Nota publicada online

martes 18 de febrero, 2020
Colección Tedesco en el Borges
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Altilio, Pilar
por Pilar Altilio
Colección Tedesco en el Borges

Con curaduría de Virginia Fabri y Eduardo Stupía, esta nueva selección de obras se despliega en todas las salas del Borges, dando lugar a unos recorridos interesantes donde fotografía, pintura, dibujo, video y objeto dan cuenta del interés por el arte argentino que apasiona a un coleccionista como Esteban Tedesco.

Ser coleccionista para el médico Esteban Tedesco es contar la historia de cada adquisición, los vínculos que genera con los artistas, las oportunidades que lo apasionan, así como de las afinidades que lo seducen. Hace más de 30 años que persiste en su tarea de coleccionar y sus comienzos fueron compras a valores asequibles para su bolsillo que fueron cambiando en la medida que se especializó en cirugía estética. Desde los ochenta y con ritmo sostenido hasta el presente, ha venido comprando no sólo una obra de cada artista, sino series completas que representan a veces unas treinta piezas. Sería difícil desplegarla completa, pero el Centro Cultural Borges, quien desde hace una década opera como depósito de su colección, también ha sido sede de nueve muestras con obras seleccionadas, siete de las cuales estuvieron curadas por Philippe Cyroulnik, el prestigioso curador francés que tan bien conoce el arte argentino.

Esta es la segunda curada por Virginia Fabri y Eduardo Stupía y son ellos quienes destacan las singularidades que posee esta enorme muestra del apasionamiento de un coleccionista. Stupía destacó en la rueda de prensa que “su notable eclecticismo es orgánico y parece obedecer a un gusto más criterioso y congruente que caprichoso y arbitrario”. Y por su lado Fabri contó que como curadores han elegido seguir el mismo principio intuitivo que parece contener la colección, en parte porque es poco probable hacer un recorrido temporal o guiarse por algo secuencial, por ello han ido eligiendo armar algunos diálogos entre artistas y obras que se enriquece muchas veces con la diversidad que despliega Esteban Tedesco como comprador.

Esteban Tedesco y Ernesto Ballesteros

En el segmento de acceso, hay una buena parte de la amplia colección de fotografía que tiene nombres que destacan en esa técnica como de artistas que han incursionado como parte de su proceso exploratorio. Gian Pablo Minelli es uno de aquellos que ha retratado a toda una generación de artistas nacionales en blanco y negro como Marcia Schvartz, Marcelo Pombo o Alfredo Prior. Cerca, hay otra serie que presenta una mirada distinta, la de Rosana Schoijett con retratos donde aparece un Diego Bianchi en los 90’ casi púber. Una de las presencias que siempre se repiten en las muestras es la de Karina El Azem con obras de sus primeras épocas tanto como de las últimas que ha producido, siempre usando patrones de repetición y ritmos propios de arte decorativo abstracto, tanto fotografiados como modificados en la computadora para producir cambios en la base plana muy sugerentes. Las salas dedicadas a la fotografía se despliegan en el primer piso de una manera un poco laberíntica que merece seguirse para no perder nada. Destacan Jorge Miño y sus transparencias singulares, Nicola Costantino, Eduardo Grossman y una buena parte de las fotografías intervenidas con tinta china que Ernesto Ballesteros trabajó a mano sobre paisajes urbanos nocturnos, ‘apagando’ los focos de luz mediante oclusiones que vuelven otras las imágenes a veces muy reconocibles como el Planetario o el paseo de Puerto Madero. Un díptico de la serie “Intervalos Intermitentes” de RES, tomado al reconocido boxeador Bruno Balbi. Autorretratos de la serie “Pequeños grandes personajes” del artista tucumano Gabriel Chaile, oficios típicos de la época colonial: el velero y el farolero. “El Jugador”, de Marcos López de la serie pop latino, subvierte los canones del héroe: se trata de un jugador alejado del prototipo físico del futbolista.

En el Pabellón Berni hay una serie muy interesante que no sigue un patrón temporal y hace que eso se transforme en una virtud, donde es posible encontrar una obra de Kasuya Sakai de los 60’ junto a otra de Martín Reyna de los 90’. Son siete salas y más de trescientas obras, pero entre esos diálogos interesantes destacan un tapiz tejido de Josefina Robirosa cerca de algunas piezas de la Peletería de Nicola Costantino. Un Rogelio Polesello de 1972, grafito sobre papel que Tedesco cuenta lo consiguió en un remate del Banco Ciudad junto a una obra de Fabián Burgos y otra de Gachi Hasper que comparten la abstracción geométrica, pero van de una punta a la otra de las posibilidades del encuadre ‘abstracto’.

Kazuya Sakai y Martín Reyna

En las salas más pequeñas hay desde pinturas abstractas de Ernesto Ballesteros, a paisajes de Fernanda Laguna y dibujos de Matías Duville. Una instalación de plásticos coloridos de Mauro Koliva junto a las casitas de Fabiana Barreda. Grandes dibujos de la serie Estudio para la construcción del paisaje de la Laguna de Zempoala de Ana Gallardo. Es poco probable consignar todas las obras exhibidas, pero seguramente quienes la recorran sentirán que están en presencia de una gran colección.

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