Nota publicada online

martes 30 de enero, 2024
Cecilia Vicuña en el MALBA
La persistencia de la memoria
por Alejandro Zuy
Cecilia Vicuña en el MALBA

La exposición de la artista visual y poeta chilena que se puede apreciar en el MALBA, Soñar el agua, una retrospectiva del futuro reúne más de 200 obras que resumen sesenta años de una vasta y heterogénea producción que incluye pinturas, dibujos, textiles, instalaciones, esculturas, performances, textos y videos realizados en distintos países de América y Europa. La curaduría la llevó a cabo Miguel. A. López.

Precarios

En los últimos años las paradojas temporales se han presentado con frecuencia en los títulos de las exposiciones. Es el espíritu de época con su tonalidad distópica quien quizá, como una suerte de música incidental, invoca estas fórmulas discursivas. Dicho espíritu no es ajeno a esta impactante exposición antológica de la artista trasandina.
 
Cecilia Vicuña arriba a Buenos Aires luego de una serie de reconocimientos internacionales que incluyen su destacada participación en la Documenta 14, el León de Oro a la Trayectoria que le fue otorgado durante la 59ª Bienal de Arte de Venecia en 2022 y el Premio Nacional de Artes Plásticas 2023 en su país natal. Su tardía consagración se ha ido urdiendo a lo largo de los años con paciencia, trashumancia, experimentación y confianza en la capacidad de transformación de sus prácticas más la preocupación constante por temas como el feminismo, los saberes de los pueblos precolombinos, lo ritual, el erotismo y la preservación de la naturaleza.

Los núcleos expositivos se suceden respetando la cronología de su trayectoria y su poética sin duda expansiva. El primero corresponde a Tribu No, un grupo santiaguino de artistas y poetas jóvenes que, al igual que ella, tenían por objetivo expresar su oposición a las fuerzas conser­vadoras vigentes en Chile hacia fines de la década del 60 a través de acciones que incluían el uso del absurdo, el juego u otras emparentadas con el happening. Le sigue Pinturas, poemas y explicaciones que remite a la segunda exposición individual de la artista presentada en 1971, donde se exhibían pinturas junto con hojas mecanografiadas. En ellas lo literario no funciona como un recurso explicativo, sino como un aporte dialéctico que las potencia. En estas obras prevalece lo erótico, la conjunción con el mundo animal, el pensamiento de las culturas andinas y el activismo político. Destacan en este núcleo Janis Joe (1971), un óleo saturado de narraciones que hace referencia a íconos culturales de entonces, Retrato doble (1970), donde el vínculo amoroso parece suspendido en el desasosiego de la unión-ruptura y Bendígame mamita (1978), que es una sumatoria de escenas que conforman un retrato del exilio marcado por la nostalgia.
 

Ruca Abstracta

El trauma histórico provocado por el golpe de Augusto Pinochet en 1973 es algo que reverbera de forma constante mientras se recorre el museo pero que encuentra en el núcleo Artistas por la democracia su centralidad. Este sector agrupa fotografías, documentos y diversos materiales correspondientes a campañas de solidaridad con Chile. Asociada a estos testimonios, pero particularmente para albergar la pintura Los ojos de Allende, se yergue la instalación Ruca abstracta. Ruca en mapudungun significa casa y está confeccionada con cañas de bambú, diminutos objetos encontrados, plantas, quipus y banderolas. Expuestas y abandonadas en Londres a mediados de 1974 debido a su mala recepción, pintura y ruca, fueron rehechas por Vicuña en 2013.
 
Luego de su paso por la capital inglesa, la artista recaló en Bogotá ya que Colombia era uno de los pocos países de Sudamérica en donde no gobernaba una dictadura. Allí vivió un período muy fértil que incluyó la realización de dibujos, collages, acciones en espacios públicos, películas en 16 mm, colaboraciones con grupos teatrales y talleres con la comunidad indígena Misak. En esta ciudad realizó en 1977 Homenaje a Vietnam, una exposición que celebraba la victoria de este pueblo asiático sobre EE.UU. Se pueden apreciar así pinturas sobre telas de seda o algodón como es el caso del retrato de Ho Chi Minh, el líder revolucionario.

Palabrarmas acoge a obras realizadas entre 1973 y 1980, en su mayoría en Colombia e Inglaterra que indagan en las posibilidades transformadoras del lenguaje y de su uso en relación a las estructuras de poder. Las palabrarmas consustancian poesía y visualidad generando un resultado sólido en lo estético y mordaz en lo comunicativo.
 
La cronología propuesta en el guión curatorial encuentra una desviación en el núcleo denominado Precarios que se halla separado espacialmente de los anteriores. Éstos son pequeños y frágiles objetos cuyo origen se remonta a mediados de la década del 60 en la playa de Concón, cercana a Santiago de Chile. Son el producto del empalme de maderas y otros elementos seleccionados de lo arrojado por las mareas o encontrado en la playa. Lo poético extendido más allá de lo verbal se encuentra presente en ellos desafiando su condición etérea.

Quipu significa nudo en quechua. Se trata de un sistema de escritura tridimensional que se remonta a épocas anteriores a los Incas, si bien ellos fueron quienes lo perfeccionaron como un sistema a gran escala. Durante la colonización española se siguieron utilizando hasta su supresión en el siglo XVI. Artistas latinoamericanos como Jorge Eduardo Eleison (1924-2006) o Teresa Burga (1935-2021) se han servido de ellos. Vicuña produjo su primer quipu en 1965 y su adopción y despliegue no debe entenderse como un análogo arqueológico sino como premisa y afirmación de relatos en el presente que se sirven de lo textil.
 
En el MALBA se exhiben dos de ellos: Quipu desaparecido y Quipu menstrual, dos grandes estructuras de tejidos tridimensionales colgantes. El primero, que se encuentra en una de las salas, alude a las víctimas de las dictaduras latinoamericanas, mientras que el segundo dispuesto en el hall central fue pensado en oposición a un proyecto minero que amenazaba tres glaciares chilenos. El contrapunto entre los significados manifiestos y latentes entre ambos es de una riqueza subyugante. No obstante, la tensión continente-contenido/anfitrión-huésped, se percibe palpable. Las configuraciones de las que se nutren cada uno ellos no son del todo concurrentes y la espacialidad no disimula rispideces a la hora de vivenciar estas instalaciones.
 
El tiempo al igual que el agua discurre con persistencia, lo ancestral acompañado de la mano del arte puede resurgir como un afluente que renueve la mirada y el conocimiento de lo que nos rodea e incumbe. Soñar con ello, suele ser con razón, sinónimo de anhelos colectivos.

 

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