Nota publicada online

martes 12 de noviembre, 2013
Benedit en Fortabat
por Ana Martínez Quijano
Benedit en Fortabat

"Genealogías del campo argentino" es la muestra de Luis F. Benedit que se presenta en la Colección Fortabat hasta el 12 de enero de 2014.

La Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat‏ incorporó una interesante programación de exhibiciones temporarias y en estos días presenta la muestra "Luis F. Benedit. Genealogías del campo argentino".

El conjunto de 77 obras de la exposición dedicada al artista que murió en el verano de 2011, recorre su carrera desde los inicios, con algunos bellos y coloridos esmaltes de la década del ‘60 y varias acuarelas tempranas, hasta los primeros años del siglo XXI. Si bien Benedit investigó y registró las expediciones científicas de los siglos XVIII y XIX (de hecho, una serie de estas obras se puede ver en la colección permanente del Fortabat), el tema que caracteriza su producción es la iconografía del campo. El gaucho, la literatura gauchesca, el rancho, el cuchillo, los animales, el trabajo, la osamenta y los aparatos para castrar, marcar, manear y hasta torturar, como el cepo y su versión (más ligera) de campaña, configuran un extenso friso de ritos y costumbres del campo. Pero su obra no es meramente descriptiva. Benedit fue un estudioso de la historia y su producción se orienta a la investigación y el análisis cultural, político y económico del campo -en exclusividad, argentino-, dato que destaca el curador de la muestra, Rodrigo Alonso. “Las obras hacen referencia a la conquista española, a la llegada de los primeros caballos a la Argentina, a la Campaña del Desierto y su proyecto de acopio de tierras para la explotación, y a tensiones políticas como la lucha de Lisandro de la Torre contra los monopolios ganaderos”, señala el curador.

Oscilando entre la más pura contemporaneidad conceptual y un enfoque científico, la visión del territorio resulta de algún modo idealista y, algunas obras del artista, las más logradas, alcanzan la condición del arquetipo. Alonso subraya no obstante, la dificultad que conlleva focalizar la producción artística en “un objeto reticente” (como el campo) para la expresión contemporánea.

En esta muestra hay un duelo de cuchilleros, la “Pelea de gauchos” (1985), unas siluetas recortadas que danzan hacia la muerte y remiten de inmediato, a pesar de su estilo grotesco y cercano al cómic, a las escenas del Martín Fierro de José Hernández o las de  la «Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)» y «El fin», de Borges. Las mismas evocaciones suscitan en “El campo I”, un gaucho con un gesto bestial, apuñalando un animal en medio de un paisaje nocturno. Aunque Benedit mantiene una actitud distanciada del drama, las pinceladas de esta pintura semejan cuchilladas. El rancho, el espectador, el árbol y los pastos parecen dibujados con tajos, a pesar de que en el corpus de la obra predominan las dulces transparencias de la acuarela.

Hay en la muestra una serie de ranchos y hay, además, curiosidades, como el “Basilisco”, un “animal capaz de matar con la vista”.  

Pero, ante todo, Benedit es heredero de Florencio Molina Campos, artista que en las primeras décadas del siglo XX retrató al gaucho con humor y una mirada piadosa. Molina Campos caricaturizó el personaje con su coraje y sus debilidades, con un humor destinado a tornar llevadera la dura vida del campo y su pesado trabajo. Así forjó una nueva tradición rural, quebró la solemnidad y le puso fin a la imagen doliente del gaucho victimizado. Benedit solía defender la estética de su mentor en estos términos: "Algunos creen que Molina Campos era una especie de intuitivo simpático, ignorando que estaba integrado al circuito artístico de EE.UU. En la serie de almanaques para una fábrica de Mineapolis, pintó temas argentinos, nada de cowboys, y los gringos aceptaron el gesto de autonomía. En el afiche del Madison Square Garden de Nueva York, acabó pintando un gaucho a caballo en medio de Times Square”.

Benedit, al igual que Molina Campos, sorprende con el llamado "humor angélico", una gracia que le otorga espesor conceptual a su escultórico autorretrato y que trasciende la sátira o la simple burla. El artista está allí, de pie en medio de la sala, en la piel del personaje, con toda la tipicidad criolla.

Benedit era arquitecto y su humor adquirió en sus últimas muestras la forma de un amaneramiento estilístico: diseñó vanidades como sus huesos de vaca pulidos y aplicó al diseño fashion un material como la osamenta. Ejercicio de destreza que el artista Alfredo Prior bautizó "gaucho look".

En suma, con una obra dedicada a indagar el campo, territorio generador de riqueza por excelencia en la Argentina, el Museo Fortabat no sólo pone el acento en el arte de un amigo talentoso de su fundadora sino, además, en el objetivo de la institución: priorizar las expresiones de nuestro país.

El inmenso edificio de la Colección Fortabat (6.800 metros) alberga en sus salas una selección de obras que comenzó a ajustarse a los criterios museísticos. Las piezas cumbre permanecen no obstante en el mismo lugar, como “El censo en Belén” de Peter Brüeghel, la bellísima escena de un paisaje nevado, el primero cuadro que recibe al espectador.  A su lado, está “Julieta y su niñera”, la vedutta de Venecia de Turner que ostenta una luminosidad incomparable y un dramático rayo de sol que cruza la plaza San Marco.  Entre los hits argentinos de la colección están dos arlequines de Pettoruti, “Domingo en la chacra” de Berni y una serie de pinturas de Xul Solar.
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