Nota publicada online

domingo 24 de septiembre, 2023
Alfredo Hlito
Su terca permanencia en el Bellas Artes
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser

Con curaduría María José Herrera, la muestra presenta más de cien obras del pintor argentino, creadas en las últimas décadas de producción. Hasta el 21 de octubre

“Pintar un solo cuadro y pintarlo cada vez mejor”. Esto afirmaba Alfredo Hlito y es lo que nos percibimos después de recorrer la muestra que reúne 105 obras realizadas en la última etapa de la trayectoria del artista argentino.

María José Herrera, curadora de la exposición, presentó “Una terca permanencia” con estas palabras: “Alfredo Hlito vivía la pintura como un abismo, como algo en lo que había que sumergirse, no solamente desde la práctica profesional, sino desde lo personal. Esta muestra es un ensayo de interpretación que se basa en documentos, diarios, apuntes y bocetos, que están a la par de las pinturas en las salas de exhibición. Su humor y su ironía están presentes en esta exhibición; y vamos a poder apreciar a un verdadero teórico del arte en los escritos de Hlito, y también la profundidad de sus pensamientos, de su pintura, y del viaje personal que realizó como artista y como individuo”.

Pintor, escritor y ensayista, Alfredo Hlito (Buenos Aires, 1923-1993), dedicó sus últimos años de vida a pintar, reflexionar sobre el arte y al conocimiento de sí mismo. Hijo de sirios e italianos, la iconografía cristiana oriental está muy presente en su obra a pesar que él mismo se lo cuestionara.

El recorrido de la muestra comienza con “Camino a las Efigies” obras que el artista realizó antes de su viaje a México. Después de incursionar por el arte concreto donde pintaba los elementos del plano: el punto, la línea y el color, Hlito desarrolla una geometría más sensible; a esa obra la llama simulacros ya que no pinta objetos sino “sus reflejos, distintos intentos de encontrar una imagen” dice Herrera. “En el cuadro se posa la materia, pero la imagen está en un espacio inmaterial” afirmaba el artista y los llamaba Simulacros.

Una acogedora sala gris, invita a la introspección como en una capilla, reúne varias de sus Efigies. Estas Efigies geometrizadas, como Madonas con sus rostros ausentes, sugieren su búsqueda a lo largo de esos años:

Puedo verte, Efigie, a través de muros opacos y cales ruidosas. Tranquila y como acechante, me aguardas. Últimamente, te complaces en oponer a mis útiles cuidados una terca permanencia. Quise llevar el registro exacto de mis humores cambiantes y advertí que no cambiabas conmigo. Te aseguro que llegué a detestar tu presencia. Te agredí, te deformé y tú continuabas permaneciendo. Alfredo Hito. 1977

A comienzos de 1964, Alfredo Hlito partió a México, donde vivió durante diez años trabajando en la Universidad de ciudad Azteca. Allí maduró la imagen que llevaba desde Buenos Aires, donde trabajó de modo desinteresado, escribiendo, bocetando, no para el medio ni para una galería. Este viaje “debió impactar de un modo especial en su experiencia”, ya que como afirma la curadora, “si bien el arte mesoamericano no le interesó demasiado, si le llamó la atención sus monumentos funerarios donde descubrió ideogramas tallados en la piedra como un mensaje al más allá”. Muchos de sus bocetos de esta época pueden verse en una vitrina en esta sala para encontrar similitudes formales con obras de los 70.

En otra de las salas, las obras de los 80 muestran unas Efigies más orgánicas. Aparecen sus naturalezas muertas -con sus personajes de ficción vistas de frente- y sus paisajes, siempre con horizontes. Una manera particular de remitirse a la historia del arte y discutir los géneros de la pintura. Aparece también en esta época la Efigie yacente que recuerda al Cristo yacente de la pintura religiosa católica.

Hacia el final de su vida, Hlito su pintura vira a una figuración muy particular son figuraciones que remiten a ídolos neolíticos. “Ciudad lejana” habla de alguien que perdió la virtud de vivir en la ciudad celestial, muerto o aislado. Son obras con muchas simbologías donde la historiadora Nelly Perazzo, encontró fuertes intuiciones de Hlito de su propia muerte -sufría del corazón-. En una de las obras que cierra la muestra, “Efigie observada”, que se presentó en la galería Ruth Benzacar el 24 marzo de 1973 -una Efigie yacente es observada por dos testigos- y, el 28 Alfredo Hlito murió en su casa de un ataque cardíaco.

Una gran muestra a partir de un ensayo exhaustivo de María José Herrera de la obra de este enorme artista que se refleja en el texto curatorial.

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