María Guerreiro
18/12/2011 - 28/02/2012

RESTAURANTE AMORINDA
Av. Lucero y Gerchunoff, Mar de Las Pampas, Buenos Aires

María Guerreiro

Las huellas del paisaje interior
Todo camino es una desviación.
No importa entonces que camino se siga.
La idea de llegar es una contaminación del pensamiento,
la idea de no llegar
hace juego en cambio con la trama de la tierra.
Roberto Juarroz

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En contraste con muchos artistas contemporáneos, María Guerreiro no se apropia de las figuraciones y desfiguraciones que circulan en los medios masivos de difusión ni en la sociedad del espectáculo. Tampoco ilustra las contradicciones del mundo productivo ni de la economía ni, menos aún, de la violencia urbana. Su obra está lejos de la aceleración y saturación de las múltiples apariencias y representaciones de lo que denominamos la “realidad real”. Para la artista, lo esencial es la reelaboración y materialización de su mundo imaginario, de sus percepciones y afectos desde de la imagen, vale decir, a través de la construcción de la imagen. Su obra nos recuerda que hay ideas y sensibilidades peculiares que permanecen en el tiempo, que emergen y reaparecen una y otra vez.

Con profundas y numerosas raíces en muy diferentes tradiciones y técnicas ha logrado un cuerpo de obras coherente y continuo. Ella trabaja de diferentes maneras y con diferentes medios, que van desde el dibujo sobre papel hasta los más recientes procedimientos de digitalización de la imagen. Trabaja de diferentes maneras con cosas encontradas (celosamente conservadas) como, por ejemplo, cartas manuscritas, sobres estampillados y sellados por correos de países remotos, cartas de navegación, fotografías extraidas del álbum familiar, certificados y documentos de seres queridos, figuras de aves migratorias y barcos de papel, laberintos, mandalas, espejos. Con este material, pensado y tratado como una verdadera materia prima, la artista explora los huecos y las fisuras entre lo que vemos y lo que leemos. Esto es, entre los estímulos visuales inmediatos y el esfuerzo concentrado del intelecto para comprender y contemplar, conocer y descubrir.

Estos atributos versátiles le permiten una amplitud expresiva en la que se integran y coexisten las búsquedas formales y cromáticas, la inmediatez del trazo único e irrepetible, el estudio y la elaboracion paciente de un objeto, de un grabado o de un libro de artista. Sus trabajos reivindican la práctica artística como un viaje de reconocimiento de un vasto territorio. Con densidad o liviandad, cambiando su identidad, su mirada y sus metáforas, María Guerreiro bucea en su subjetividad, pero en una subjetividad abierta ante el paisaje exterior.

Su estrategia plástica es mostrar por fragmentos y evitar los comentarlos directos. Tomemos por ejemplo, la obra El viaje-navegar. Es una composición “armada” en una suerte de pequeña vitrina. En ella vemos sobres enrrollados (pero no sobres), cartas enrrolladas (pero no cartas) una parte de un texto grabado (pero no un texto). Y en las caras de la vitrina hay espejos verticales que multiplican cada uno de fragmentos. La obra está pensada para dar valor a la parte y no al todo, o mejor, para que a partir de la parte imaginemos el todo. Esta poética se encuentra también en el libro de artista titulado Tu mar distante. En una caja-libro dividida en 18 compartimentos hay cubos que en sus caras se imprimieron imágenes y textos que funcionan a la manera de las páginas de un cuaderno de apuntes. Es un objeto que exige ser manipulado y alterado: es una obra lúdica y simbólica donde la suma de las partes no da una imagen única y fija sino cambiante e indeterminada (una referencia en el campo de la literatura la encontramos en Rayuela y en 62 modelo para armar de Julio Cortázar).

Sus obras son el resultado de una intuición integradora. Se concibieron a partir de una ampliación del concepto del collage. Están ensambladas y ordenadas como lugares donde conviven manchas, reflejos, signos, volúmenes, caligrafías, figuras geométricas e imágenes manipuladas por la computadora, como si la artista concediera gran importancia a la construcción de escenarios. Podemos definir su “cajas-objetos-libros” como instalaciones en miniatura.

La estructura formal del grabado digital Tu palabra y la mia es compleja. La imagen fotográfica de una carta manuscrita arrugada está presente en toda la obra. Es una suerte de fondo transparente sobre el que flotan tres figuras superpuestas del mismo sobre, que supuestamente contenía la carta. La presencia de la estampilla, del sello postal, del nombre y la dirección del destinatario están reducidos a signos ilegibles: a duras penas descubrimos que el idioma es el español. La obra conserva el secreto entre quien escribió el mensaje y quien lo recibió, la obra oculta su origen y destino, su ubicación en el tiempo y en el espacio. La voluntad de Tu palabra y la mia es hermética. Mejor dicho, habla de la intimidad y el compromiso que entraña el diálogo entre dos personas, habla, con imágenes, de una experiencia existencial intransferible, de una huella inestable y precaria, pero que permanece visible como tal.

Una de las claves posibles para aproximarnos a sus obras es considerarlas como suspensiones o interrupciones momentáneas del flujo temporal. ¿ Qué es lo que pasa en una obra como Humo ? Es una caja de acrílico transparente cuya tapa fué sellada herméticamente. Su contenido es intocable, sólo permite el acceso visual: vemos cartas manuscritas quemadas, restos ilegibles de mensajes que tuvieron su propia tonalidad afectiva, su propia voz. El fuego interrumpió la experiencia vital de la escritura y la lectura, la continuidad del flujo narrativo, su curso y su sentido. Pero la obra, mostrándose a sí misma, nos habla del tiempo que pasa. Toda historia, toda narración, toda carta es siempre lo que se cuenta y lo que no se cuenta, lo que se muestra y no se muestra, es siempre palabra y silencio. Humo es una poesía visual tridimensional. El cofre transparente y frágil es un depósito de memoria, un lugar que preserva ofrendas que señala y habla de lo que pasó pero también de lo que pasa aquí mismo y ahora mismo: vamos y venimos, habitamos el tiempo.

Horacio Zabala, 2006