María Guerrieri
Empastada
22/05/2025 - 09/08/2025

Calvaresi

Defensa 1136

San Telmo

María Guerrieri

Fuga de la dimensión encantada

Cuando se termina el malabar, los cuerpos encorvados se corren, arrancan los autos y todo vuelve a ser normal. El sueño de María siempre fue vivir rodeada de los artistas que de chica veía en fascículos y posters. Artistas mágicos, llenos de ilusión. Como una especie de ángel, su obra se proyectaba en una dimensión encantada, como un libro que te sabés de memoria, no necesitás tenerlo en la mano.
En 1917 Matisse pintó Baigneurs dans la rivière (una pintura de casi cuatro metros y que no está exenta de las influencias del tráfico de arte africano), en un momento en el que mucho del asunto de las bañistas estaba resuelto. Las grandes conquistas de Cézanne ya tenían más de diez años de edad. Guerrieri impone las selfistas: ¿quiénes son las chicas que se sacan fotos en grupo? Buscan una especie de revancha idílica en la amistad, un sistema de relaciones sin deudas, sin culpas. “Arte y placer”, gritan. Arte sin trabas, arte adolescente.
hasta dónde
La cuestión del arte ingenuo sería esa: hasta dónde ser irresponsable. Pero en este impulso a seguir hasta donde se pueda, hay diferencias entre una variante hedónica del arte ingenuo y otra confrontativa, radical. En este segundo tipo, lo ingenuo tiene la tarea de molestar, como quien hace ruido en la mesa hasta que lo reten. En esta dirección puede estar la respuesta a una pregunta: por qué estos cuadros, que por su temática y su técnica podrían ser un canto al placer y la ufanidad de la vida, son más bien lo contrario. 
Esta es la transición al malestar que Guerrieri viene haciendo, volviendo contra sí mismos los elementos de toda la pintura adolescente, amorosa y libre. Ya salió (hace mucho) de esa dimensión encantada en la que las cosas no cuestan. El color se acumula en una región ocre o púrpura, gruesa, como un fondo de teatro. El pincel empasta, como si pintar diera trabajo. Estudiar un instrumento musical parece una tarea muy atormentada. Hay violencia y torpeza, la relación con el material es de maltrato. Los cuadros chupan luz. Los veteranos han dicho que los tanques soviéticos de la segunda guerra mundial ofrecían un mejor servicio que los alemanes, pero tenían la desventaja de ser poco ergonómicos. Los tripulantes se sentaban en incómodas salientes de metal. Debían protegerse la cabeza con vendas y casco, porque la amortiguación no era buena. La palanca de cambios era tan difícil de manipular que el conductor debía darle un martillazo para cambiar de marcha. Para María, la disforia es la llave. El arte busca la incomodidad como un manto protector. Si no fuera por ella, sucumbiría bajo el peso de sus propias imágenes falsas de la felicidad.
el precio a pagar
En un libro encuentro dos palabras en guaraní que me parece que sirven: jopói y tepy. Jopói son regalos, una reciprocidad que no obliga a corresponder. Tepy es deuda, la reciprocidad negativa de la que hablan los libros de antropología: originalmente un código para regular intercambios entre tribus, pero que hoy se usa para calcular y decir los precios, o para decir: algo vale tanto. Y si no lo pagás, no lo tenés. Ingenuo era el arte que no conocía el tepy, el precio a pagar.
Pero estos cuadros conocen el precio a pagar.
árbol cadáver
En la dimensión encantada nada costaba nada. Como los adolescentes (según los adultos) creen que nada cuesta nada.
Pasar de ese sistema al sistema donde las cosas cuestan tiene algo imposible, como una mutación entre dos formas incompatibles. Esta es la situación que solo puede organizar un mito: una estructura narrativa que deje las tensiones en veremos, sin resolver. Ese mito es el del árbol cadáver. Un árbol cortado y puesto en su cajón, como si lo estuvieran velando. Son árboles extrañamente verdes, jóvenes aun. El árbol o rama gigante de palmera o plátano parece rozaguante, está feliz de ser velado: todavía está dando frutos.
 
Claudio Iglesias.

La muestra se podrá visitar desde el 22 de mayo hasta el 09 de agosto en Calvaresi, Defensa 1136, San Telmo. 

Horarios de visita: martes a domingo de 13 a 18h

Entrada libre y gratuita