Luis F. Benedit
'Conductas, Control y Condicionamientos: Obras de Luis F. Benedit de la década del 70'
03/05/2012 - 15/06/2012
Henrique Faría BA | Galeria de Arte
Libertad 1628
Luis F. Benedit

Tras su regreso a Buenos Aires en 1968, luego de abandonar la ciudad de Roma, Luis F. Benedit desarrolló un singular abordaje hacia el objeto arte que continuaría a lo largo de la década del 70. Exhibidos junto a los planos, sus hábitats y laberintos contienen y dan sustento a organismos vivientes tales como hormigas, abejas, pájaros, gatos, cucarachas, flores, iguanas, peces, plantas, arañas, tortugas, entre otros. El punto de partida del artista fue la muestra Microzoo en la Galería Rubbers, donde transformó las concavidades de algunas de sus pinturas de animales y paisajes, realizadas en plexiglás y esmalte, en colonias de hormigas o espacios para otros animales. En 1969, dejó de pintar sobre estos objetos a fin de que el plexiglas se mantuviera transparente, y dirigió el foco de atención al interior de dichos ambientes. Estos recintos pueden dividirse en dos categorías: hábitats que promueven la vida y permiten que el espectador observe un sistema biológico; y laberintos que, a través del ensayo y error, alteran activamente los patrones de conducta de ciertos animales, tales como las ratas o cucarachas.
Ávido seguidor de la teoría cibernética, Benedit hacía clara referencia a la fascinación para con los sistemas y comportamientos en esta, tanto en el ámbito de la ciencia como en el arte.  Varios de estos proyectos fueron exhibidos internacionalmente como representantes de lo que Jorge Glusberg llamó “arte de sistemas”. Es justamente en su diferencia respecto a los aparatos científicos intencionales –construidos para facilitar la observación y probar las hipótesis– que las obras para-científicas tales como Laberinto para ratas blancas y Mini Biotrón (ambas de 1971) ejercen su fascinación. ¿Cuál o cuáles teorías intentan probar? Quizá nuestra respuesta se basa en el hecho de que, a pesar de abandonar la pintura, Benedit nunca abandonó totalmente la imagen en aras del sistema, sino que eligió relacionar ambos en un circuito entre los planos heliográficos pintados a mano y los aparatos exitosamente diseñados. ¿El producto final da cuenta del boceto, cumpliendo su promesa, o es que el dibujo resulta necesario para explicar la absurda existencia del hábitat o el laberinto –confirmar que al menos había un plan, y que dicho plan fue llevado a cabo? Vamos a considerar el poder metafórico de develar este sistema –el ciclo entre los planos y los productos para apresar organismos vivientes– en este momento histórico y sobre todo, debido a que el Laberinto invisible (1972) de Benedit era para la gente.

Daniel R. Quiles

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