Andrés Waissman
Emboscada
27/10/2018 - 08/12/2018

MUNAR Arte

La Boca, Av. Don Pedro de Mendoza 1555

Miércoles a domingo | 13 a 18 h.| Ingreso gratuito

Andrés Waissman

La instalación reúne, en un mismo espacio, dos pinturas de gran formato, una larga tira de dibujos sobre papel, un video proyectado sobre el ambiente que muestra la evolución de una gran viruta hacia su oxidación, y una serie de objetos monocromos que plantean un recorrido activo por parte del espectador. En una planta rectangular la instalación tendrá un planteo longitudinal, con un cortinado negro que cancela la luz levantado sobre un espacio posterior de aproximadamente 4 metros y que funciona como fondo.

El ingreso privilegiado a la instalación presenta a nivel del piso dos esculturas de animales mitológicos dispuestas a modo de espejo, enmarcando la entrada. Por detrás se encuentra un espacio compartimentado a partir del posicionamiento de 4 a 6 objetos-columnas, cuyo color piedra es de igual génesis que el del resto de los objetos. Hacia el fondo de la nave central un tercer animal mitológico se posiciona direccionado hacia la pared ocupando el eje central de la vista principal.

En uno de los dos sectores laterales –determinados por la propia existencia de los objetos- se distribuye una larga hilera vertical de papeles pintados, son bosques quemados, que desde el suelo dialogan con los seres que se comprimen dentro de las columnas, que los aprisionan y contienen. Y en el otro lateral apoyadas contra la pared y el suelo y otra sobre el suelo, dos pinturas blanco negras abstractas.

La asimilación evidente del color pétreo a la escultura clásica trae al presente más de un periodo artístico cuyo protagonismo fue de grandes escultores de piedra. Los inacabados esclavos de Miguel Ángel se presentan como instantes del proceso de transformación de un material noble y virgen hacia la figura que potencialmente se revelaba en el bloque. Transformación que no culmina con la concreción o pulido sino que trasciende hacia lugares impensados, convocando lecturas contemporáneas que son provocadoras de tradiciones de otro tiempo. Fioravanti en tanto artista moderno abre con supan damede lobos marinos la puerta de un espacio infinito. En el presente las formas de estas esculturas invitan a una interpretación cargada de cierto humor ignorando las pretensiones iniciales. Son dos enormes estructuras voluminosas e inesperadas en ese contexto.

Esta instalación junto a las de Viruta hacen pie en la desintegración, un proceso continuo y casi siempre en movimiento. No solo es el polvo que se desprende del material de acero en las virutas lo que se evidencia como residuo de la desintegración, en estas obras esa metamorfosis está conceptualmente visualizada en la contorsión de las figuras que intentan amoldarse a la cámara donde están forzadas a un mínimo espacio. En estas apropiaciones suscriptas a la estética medieval románica, esta instalación se dibuja como un pasillo procesional en donde el espectador es dirigido hacia la última figura detenida sobre el suelo como punto de referencia para todo el conjunto. Estas seis cámaras que contienen animales y figuras zoomorfas hablan de una existencia aprisionada cuyos contornos se desdibujan en el contacto forzado, asfixiante y sinuosamente humano entre las paredes. Las figuras que habitan los espacios laterales, esconden la gracia de cierto erotismo que transversalmente está en todos los períodos de producción estética. Erotismo soslayado pero a la vez presente.

Como parte de esta escena de climas y penumbra, de luz apenas proyectada por un video que muestra la viruta palpitando, esta instalación se asume como un espacio de decisión para discernir y asumir: lo viejo y lo nuevo, lo consolidado y lo desplazado, la risa o el espanto. Los hilos de alambre que tejen los objetos presentados asumen la complejidad de aproximarse a los fenómenos del pasado desde la práctica artística, configurando en el escenario contemporáneo una posible definición del “aquí y ahora”.

MUNAR

Un lugar de encuentro donde manifestarse

MUNAR es un espacio de arte situado en el barrio de La Boca (Distrito de las Artes), en lo que queda de una vieja cantina a orillas del riachuelo.

Se propone como un lugar de encuentro en el que confluyen recursos materiales y humanos con el objetivo de favorecer las capacidades de transformación y de creación de artistas, curadores, y personas relacionadas al contexto artístico de la ciudad.