Alberto Méndez
Lugar sin limites
07/10/2016 - 28/10/2016
VAN RIEL
Juncal 790 P.B.
Alberto Méndez

Las ecuaciones gráficas de Alberto Méndez no representan nada salvo a si mismas y, si quisiéramos seguir la inercia que nos impulsa a leerlas, allí están, perfectamente inteligibles. El artista activa el mecanismo de un reconcentrado ordenamiento sistemático, que se refleja en la coordinada expansión de un discurso autónomo, proveniente de una lengua también autónoma, sin interpretación ni diccionario. Una semántica y una fraseología autodefinidas imprimen su propia lógica, su ratio inventada, como un silogismo polivalente de siluetas, fragmentos de letras, números, figuras, íconos, innominados corpúsculos, curvas, rectas elegantes y crispadas, óvalos engarzados y superpuestos. Todo palpita conectado a través de sutiles líneas de fuerza, en una invulnerable interrelación nodal que induce a seguir los pasos de sus laberínticos encabalgamientos.

Méndez alimenta y engorda la intrincada superpoblación de formas que ha trazado en delicado contorno, mediante el prolijo y regular ingreso de un negro fluído, neto y plano. Así, se extiende ante nosotros, en variadas instancias, un minucioso bordado de tinta que pone en marcha la sostenida germinación de esas enredaderas, pródigas en caracteres pluricelulares, huecos y meandros, silencios, núcleos cerrados y eventuales islotes y tentáculos. Como restos perdidos de un puzzle ennegrecido, vemos una inundación de piezas sueltas que de golpe se han agrupado bajo el influjo de algún imán de acción centrípeta, y adquieren alternativamente status de retícula y ornamento, de ignota carta geográfica, de planta arquitectónica o absurdo circuito integrado.

Méndez busca las fuentes de sus híbridos arabescos en herramientas proyectuales como los templetes, los letrógrafos, las plantillas técnicas y cualquier otro recorte o troquelado, rescatado de algún sector residual, foráneo o doméstico. No obstante, en su concepción fanáticamente constructiva siempre hay lugar para la improvisación y la fantasía, en una mélange de citas icónicas, alusiones distorsionadas al tangram y a los prodigiosos papeles recortados de Hans Christian Andersen, patterns y tramas mutantes, rizomas a veces rigurosos, a veces desquiciados.

De repente, la presencia mandataria de algunos círculos, o diseños simétricos ubicados en lugares estratégicos amagan con organizar la lectura, pero son apenas destellos pasajeros de regulación. En estos tableros para una muy improbable y abstracta partida del Juego del Aleph no hay manera de que el ojo repose o encuentre caminos transitables, excepto los del propio arbitrio, dejándose llevar, o perdiéndose, en este encaje maniático y sanguíneo. Nos invade la tentación de seguir divagando, desvariando, o bien de dilucidar al menos algún resquicio de ingreso sensato a estos alfabetos mutilados, a este sarpullido de ideogramas que quieren ser logotipos y viceversa, y una y otra vez esa inercia se adormece, arrullada por la dulce fatiga de la fascinación óptica.

En los trabajos de formato más reducido, la profusión programática que impera en las piezas mayores es desplazada por un agudo criterio de síntesis, y la composición se evidencia como más cercana a las disgresiones escriturales y a las alteraciones estructurales, gramaticales y caligráficas de la poesía visual, un campo que para Alberto Méndez es de referencia permanente. Y es justamente en estos ensayos más contenidos, en esta muestra de tejido, donde quizás pueda atizbarse fugazmente el canon de esta obra. Allí es donde se la sospecha bifronte, concebida según una dinámica de operaciones que responden estrictamente a la razón pura del dibujo, y a la vez de la escritura experimental; un lugar sin límites donde lo que se busca no es otra cosa que un simulacro, y también un fenómeno de metamorfosis múltiples, sucesivas y simultáneas. Una orquestación polifónica de signos que se imponen y se desmienten al mismo tiempo y que, en esencia y sentido, conforman una virtual cosmogonía de textualidades terminales junto a erupciones de extrema lírica lineal.

 Eduardo Stupia, septiembre 2016

ALBERTO MÉNDEZ, nació en 1966. Es abogado, recibido en la Universidad de Buenos Aires. Asistió a cursos y seminarios con Luis Felipe Noé, Eduardo Stupía, Juan Carlos Romero, Valeria González y Hernán Marina.

Fue seleccionado en diversos  premios y salones desde 2004 hasta la actualidad: Salón Nacional de Artes Visuales, Salón de Artes Plásticas “Manuel Belgrano”, Premio Nacional de Pintura Banco Central, Salón Nacional de Pintura de la Fundación Banco Nación, Premio Klemm, y Concurso Nacional UADE de Pintura.

Su obra forma parte de las colecciones del Museo Franklin Rawson de San Juan, Museo Raúl Lozza de Alberti, Museo Municipal de Artes Visuales “Sor Josefa Díaz y Clucellas”, Centro Cultural Borges y de colecciones privadas de la Argentina y el exterior.

Ha realizado muestras individuales y colectivas desde 2003 en diferentes galerías de arte e instituciones, Centro Cultural Recoleta, Museo Yrurtia, Centro Cultural Parque de España de Rosario, Casa Nacional del Bicentenario, Fundación Osde- Espacio de Arte entre otras.

Vive y trabaja en Buenos Aires.

Ubicación

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Juncal 790 P.B.