Nota publicada online

martes 2 de julio, 2013
Yayoi Kusama
Luces para el alma
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Yayoi Kusama

Obsesión infinita es la primera muestra de la artista japonesa en América Latina. Se presenta hasta el 16 de septiembre en el MALBA.

Festivo, elocuente y sanador; así es el arte de Yayoi Kusama. Un arte que resplandece en las salas del Malba y desborda su inconfundible sello –los lunares- en los alrededores del museo, trepando por sus árboles y convocando, a quienes se dejan seducir, a una aventura fascinante.
La artista viva más importante de Japón presenta su primera muestra en Latinoamérica:Obsesión Infinita, curada por Philip Larratt-Smith, vice Curador en Jefe del museo y Frances Morris, jefa de colecciones internacionales de la Tate Modern de Londres y que reúne un centenar de obras realizadas durante casi seis décadas.
Para Philip Larratt-Smith:“Kusama sufre la enfermedad del verdadero artista. Es la artista adicta al suicidio, cuya necesidad compulsiva de convertirse y convertir su vida en una obra de arte conjura el miedo a la muerte y a la desintegración psíquica y le asegura la inmortalidad.”
Nacida en Matsumoto en 1929 desarrolló su propio lenguaje visual simbólico como consecuencia de esta peculiar condición que la llevó a sufrir durante toda su vida: depresión, trastorno de despersonalización, trastorno obsesivo-compulsivo. Luchó contra ello con todas sus fuerzas: con su arte. “Fue a través de la pintura que pude superar mis angustias”, confiesa. “Por medio del arte he superado la infelicidad”.
La primera sala del segundo piso del Malba reúne una serie de exquisitas obras de pequeño formato que Kusama realizó en Japón en los años 50 y que nos sumergen en su particular mundo que despiertan la fantasía. Consiente de que necesitaba desprenderse de sus orígenes para expandir sus fronteras, acepta el desafío de exponer en Seattle invitada por Georgia O’Keeffe, artista preciosista norteamericana con quien se escribía. Forjadora de su propio destino vuela a Nueva York y se introduce sin concesiones en la revolución pop de los años sesenta. La segunda sala muestra un panorama de esta particular etapa de la artista en a que el color es reemplazado por sugerentes monocromías blancas en el que el –punto, lunar, unidad- invaden toda la tela. Se trata de poéticas pinturas que provocan la inmersión del espectador a una paz existencial; paz que ella misma busca. Con el apoyo de la crítica de Estados Unidos, Kusama en esta etapa de su carrera investiga la tercera dimensión y realiza sus primeras esculturas que se caracterizan por la repetición y acumulación de manera obsesiva de formas blandas y fálicas sobre objetos domésticos y cotidianos. Elementos que reflejan –como ella misma asegura- su obsesión por el sexo y la comida y sus neurosis originadas en el hogar de la niñez. Poco a poco se vuelca por las ambientaciones, los happenings y las performances, un arte difícil de comercializar, por lo que ella misma se convierte en su propia manager y dealer. 
En los setenta regresó a Japón y se auto recluyó en un psiquiátrico. Hoy pinta en su taller y cada noche vuelve a la paz de la clínica.
La exhibición se completa con un recorrido por sus mejores películas, la exhaustiva documentación y cuatro fascinantes ambientaciones que permiten al visitante recorrer este universo invadido  por el brillo de la vida a pesar del espeluznante miedo al vacío que lo creó.
Yayoi Kusama nació y morirá artista y su arte es el motor que la ayudó a a superar la infelicidad. Todas y cada una de las expresiones artísticas son parte del lenguaje del alma sólo que, a veces, para expresarlas se debe encontrar el dolor y el placer de vivirlas y entender que en vez de ser un estigma son virtudes de esta vida.

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Hasta el 16 de septiembre en Malba

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