Nota publicada online

martes 26 de marzo, 2024
Emilio Renart y su práctica artística y social
Humanismo y utopía en tiempos de cólera
por Alejandro Zuy
Emilio Renart y su práctica artística y social

Colección Amalita presenta una retrospectiva de un artista de culto del ámbito nacional que reúne más de 200 obras realizadas desde fines de los años 50 hasta producciones de 1989. La curaduría realizada por Sebastián Vidal Mackinson invita a redescubrir su nombre y su legado teniendo como eje el concepto de creatividad.

Los primeros años de Emilio Renart (Mendoza, 1925-Buenos Aires, 1991) en el campo artístico nacional estuvieron signados por el vértigo. Entre 1958 y 1968 participó de importantes exposiciones colectivas e individuales además de obtener destacados reconocimientos. Fue en 1962 cuando expuso en la Galería Pizarro Integralismo Bio-Cosmos nº1 dando origen a la serie del mismo nombre que en forma progresiva iría exhibiendo al tiempo que sumaba premios como el Ver y Estimar en 1963, el Premio Especial del Instituto Di Tella en 1964, el Braque, organizado por la Embajada de Francia en 1965 en categoría dibujo y la convocatoria a formar parte del envío argentino a la Bienal de San Pablo en 1967. Al año siguiente, gracias al Premio Braque, viajó a París donde permaneció por un período de cinco meses. A su regreso decidió distanciarse de la práctica artística para privilegiar la docencia y la investigación.

Si la serie Integralismo Bio-Cosmos (1962-1967) resultó el punto de inflexión en la trayectoria de Renart, esta focalización también acabó resultando en una limitante que opacó al resto de su producción artística. A tal efecto, en la decisión curatorial de Vidal Mackinson se puede apreciar que, al enfatizar la presencia del monumental “monstruo” expuesto en 1964, en lo que se consideraría el inicio del recorrido de la exposición, de inmediato la magnitud de su fuerza expresiva se pliega para permitir una mejor estimación y conocimiento de otras etapas, derivaciones y particularidades concernientes a este artista. Cabe aclarar que restantes trabajos pertenecientes a esta serie son citados a través de otros soportes expositivos sólo en forma testimonial.
 
El particular imaginario de Emilio Renart vinculado a lo cósmico coincide con un momento histórico marcado por la carrera por la conquista del espacio que habían iniciado las dos potencias involucradas entonces: la Unión Soviética y los Estados Unidos. Cuatro obras fechadas en 1961 así lo testimonian. En ellas es factible percibir cierta familiaridad con el informalismo que venía desplegándose desde la década anterior en Argentina, al menos en lo que respecta al uso de materiales no convencionales. En el mismo núcleo expositivo además se destacan una serie de tintas de pequeña dimensión realizadas a fines de los cincuenta regidas por el gesto espontáneo.

En paralelo, durante la década del 60, la pesquisa espacial del artista se desarrolló por intermedio de otras técnicas, entre las que se destaca el dibujo y formatos más acotados que, no obstante, generan la impresión de gran una ambigüedad que pone en tensión los universos micro y macroscópicos. 
El distanciamiento de Renart del ámbito más institucionalizado del campo artístico se debió a razones particulares y profesionales. Se centró a partir de allí durante las siguientes décadas, en la labor pedagógica, social y teórica donde conceptualizó con mayor precisión el concepto de Creatividad haciéndola confluir, tanto en lo plástico como con en lo experimental, con una idea que había desarrollado anteriormente: Integralismo. La libertad creativa para él era “percibir los límites que marcan nuestras dudas-temores para luego ampliarlos” mientras que Integralismo significaba conceptualmente “unir, asociar partes que se oponían tradicionalmente: pared, piso, escultura, pintura dibujo. Todo ello unido por una imagen y estilo personal.” Las obras que responden a esta confluencia fueron expuestas inicialmente en 1978 y 1979. Se trató de esculturas realizadas con materiales de desechos que fueron el embrión de lo que denominaría después como “multimágenes”.
 
Durante los años setenta trabajó la figura humana tanto en dibujos como en esculturas. Dentro de los primeros, sobresale en un sector especial de la sala, un autorretrato. En él, tanto el rostro como las manos, tienen una apariencia fantasmal con bordes imprecisos semejando un negativo fotográfico. En las segundas se destaca Anverso reverso (1977) en la que el cuerpo humano se encuentra caído con los pies hacia arriba en una situación tortuosa. La pieza fue realizada con resina poliéster policromada en escala uno en uno.

Autorretrato. 1980

El último núcleo expositivo intenta recrear su última exposición, Multimágenes realizada en 1989 en la galería Ruth Benzacar.  Aquí se han reunido 99 de las 120 piezas originales ahora distribuidas sobre bases dispuestas en forma diagonal saturando el espacio asignado. Se trata de esculturas de poliuretano expandido intervenidas una por una para otorgarles una identidad informe particular, pero manteniendo el sentido de la totalidad.

Alienígena es un neologísmo derivado del inglés alien asociado a lo extraterrestre pero también a la alteridad. En el contexto expositivo Vidal Mackinson lo asocia a “la condición extraña de una práctica que operó en la escena artística porteña de manera contundente y se adelantó a problemas que han hecho su fuerte aparición en los últimos años”. Sin duda la cosmovisión propuesta por Renart pueda parecer extraña en nuestro presente. Aun así, ha trascendido hasta nuestros días conservando su fuerza utópica y humanista.

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