Nota publicada online

martes 27 de diciembre, 2011
Leo Vinci
el sagrado oficio de esculpir
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Leo Vinci

La actual muestra de Leo Vinci en el Museo Eduardo Sívori, exhibe un conjunto calificado de obras –esculturas y pinturas- que, sin ser una antología, constituye un interesante recorrido de sus períodos más representativos.

La contundencia y la fuerza de las obras que el artista presenta en estas salas enfrentan al observador con lo más existencial del ser humano; con el aquí y el ahora. Porque Leo Dante Vinci es un escultor de hoy atravesado por las cirscunstancias que le tocó vivir. La figura humana es el eje central de su obra y, si bien necesitó acercarse a la realidad, en la época más dolorosa de nuestra historia, en sus últimos trabajos buscó trasmitir la fuerza vital de la materia, despojándose de la figuración directa, pero sin perder su esencia.
En el patio central nos recibe una de sus esculturas mas recientes, “Deterioro y vuelo” -un cemento directo con un toque de color-, que nos remite directamente a la Victoria alada de Samotracia, custodiada por dos enormes cabezas talladas en mármol. Estas, igual que las enormes “cabezas de fin de siglo” nos hablan del hombre agredido por sus circunstancias; del hombre fragmentado y de su dificultad de encontrar su propio horizonte.
Muchas de las obras de Vinci están talladas en mármol y en madera y muchas otras fueron realizadas en bronce, poliéster o chapa de hierro batida. En él, el cambio de material no está en función de la obra sino de su propia necesidad física de trabajar cada material en determinado momento. Cada uno tiene sus propias leyes y Leo Vinci disfruta del diálogo que se establece con cada uno. A veces necesita modelar la arcilla, otras tallar con la gubia y otras tantas necesita sentir el poder de la sierra.
Así el artista, que nació en esta ciudad en 1931 y que en 1987 obtuvo el Gran Premio de Honor en el LXXVII Salón Nacional de Artes Visuales, se presenta una vez más a la consideración pública, en una muestra auspiciada por la Dirección General de Museos de la Ciudad de Buenos Aires, que editó para la ocasión un completo catálogo, en papel ilustración, con la reproducción de 29 esculturas y 11 pinturas, una sinópsis biográfica y el revelador prólogo del académico Jorge Taverna Irigoyen.
En esta oportunidad las esculturas expuestas abarcan un amplio período, que se inicia en 1973 y concluye en 2011, y que comprende trabajos realizados en chapa de hierro batido, bronce, acrílico, madera, epoxi, poliéster, cemento y mármol, demostrando su vasta pericia en las técnicas y materiales más diversos. De las más antiguas se pueden citar: “Emergiendo” (1977), un estremecedor bronce de dos metros de altura, y “Ofrenda” (1981), un acrílico que reproduce una figura masculina de igual medida y desgarradora actitud. La madera que le valiera el Gran Premio de Honor en 1987 –“Decisión”-, constituye otro de los hitos destacados de esta exhibición. Asimismo, las piezas que evocan partes desgajadas del cuerpo humano configuran síntesis que no les van en zaga, tanto en intensidad como en lo que concierne al lenguaje plástico con el que fueron concebidas. En ambos aspectos, resultan destacables “Costura” y “Espiando el siglo XX”, maderas realizadas en 1993 y 1996. Esta breve reseña –personal y probablemente injusta- no puede dejar de mencionar tres cabezas realizadas en poliéster (“Atravesado”, 1999), cemento (“Caos”, 2000) y mármol (“Tres Miradas”, 2001) y, para finalizar, debemos destacar la estilización -con extraordinaria economía- con la que abordó la representación figurativa en los últimos años. Son buena muestra de ello: “Espera” (2005), “Licuación”(2008) y “Deterioro y Vuelo” (2011); madera, mármol y cemento, respectivamente, de grandes dimensiones.
Las pinturas son todos acrílicos realizados entre 2009 y 2011, señalando –quizás- la última preferencia de Vinci. Las imágenes, inicialmente escultóricas, van adquiriendo paulatinamente una significación más acorde con la representación pictórica, sin por ello abandonar la fragmentación y el lenguaje sintético que ha caracterizado sus últimos trabajos. Una cierta ambivalencia y el juego “del arriba y el abajo” son claves en las que incursiona recurrentemente el pintor.
Leo Dante Vinci es un artista cabal, significativo, polifacético, que muestra una dilatada trayectoria, tan llena de premios como de vicisitudes adversas, como la que le tocó vivir cuando fue dejado cesante como docente en 1976 por la dictadura militar. Sin embargo, no temió y su actividad recogió la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado. Esta exposición es una buena circunstancia para acercarse a la obra de un hombre que asumió conscientemente su destino.
Para Leo Vinci, esculpir es un verdadero sacrificio, pero un sacificio en el sentido estricto de la palabra; el Sacro Oficio u Oficio Sagrado que no es otro que el de la Enseñanza y el de trasmitir Sabiduría.

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Hasta el 20 de febrero de 2012, de martes a viernes de 12 a 20 horas y sábados, domingos y feriados de 10 a 20 horas, en Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, Av. Infanta Isabel 555, frente al Rosedal.

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