Nota publicada online

viernes 12 de julio, 2013
Carlos Wetzler
por Melina Ruiz Natali
Carlos Wetzler

Conversamos con el artista en su taller. Una entrevista performatizada con lectura de poemas y recuerdos de viajes acompañados de dibujos, fotografías y pinturas.

Carlos Wetzler me recibió citando a Nietzsche en alemán. Del techo de su taller cuelgan bolsas de colores que transforman el espacio en algo así como una cueva: La cueva de los sueños de Herzog, me explicó él. Es que su taller donde se acumulan pinturas, dibujos, fotografías y algunas esculturas, es esa construcción en donde se gestan los bailes, las poesías y figuras que el artista utiliza en su obra.
Busqué un lugar donde sentarme entre acrílicos, tachos de plastico, hojas escritas y cajas. Carlos me alcanzó un pequeño banco. El se quedó de pie y su conversacion conmigo iba a ser una performance.

Sos un artista que pinta, baila, escribe, saca fotos. ¿Hay alguna expresión que consideres la principal en tu trabajo?

En mi obra se necesitan todas las cosas que hago. Cuando estoy en las clases de danza, tal vez me pongo a dibujar alguna situación, y eso a su vez me dispara algo que quiero escribir... -Carlos junta las piernas, extiende los brazos hacia los costados y cita nuevamente a Nietzsche- "Es necesario llevar en sí mismo un caos, para poner en el mundo una estrella danzante”.

En tu libro La oreja de Van Gogh tambien citás al filosofo alemán, y es recurrente en tu obra la referencia a teóricos, artistas, escritores...

Es que soy gran admirador de muchos. -Cita una lista infinita entre quienes llego a registrar: Baudelarie, Flaubert, Nietzsche, los artistas de El Jinete Azul, Quincy, Poe, Borges, también Kafka y algunos filósofos griegos-. También hago referencia a ellos en otros cuentos y textos que no están compilados en ese libro, e incluso los tengo muy presentes en mis viajes. Cuando camino por grandes ciudades, me gusta perderme entre las calles y encontrar referencias a cosas que leí y eso a su vez asociarlo con películas o música que me gusta. Recuerdo un viaje a París en donde estuve un rato sacando fotos a un mural, que luego me enteré, era un homenaje a Serge Gainsbourg de quien soy gram admirador. Me gusta encontrarme con esas sorpresas cuando viajo.

¿Cómo empezó tu acercamiento a la literatura?

Cuando era chico tenía una nanny alemana que siempre me leía cuando me iba a dormir. Yo elegía algun cuento en alemán, por ejemplo de los Grimm, o Hans Christian Andersen, y recuerdo que ella leía de un libro que tenía unas enormes letras góticas. Puede ser que ahí tambien haya nacido un interés por la escritura.

¿Y la pintura cuándo aparece?

Alrededor de los catorce años empecé a pintar y a colgar algunas obras en los cafés de mi barrio. A los dieciséis dejé por bastante tiempo y empecé a trabajar en una fábrica de lanas. Fue ahí que comencé a viajar, y a sacar fotos. Me compré mis primeras cámaras y tomaba fotos en los lugares donde viajaba. Una de mis primeras series son dos chicas con las que compartía una casa en Londres. También viajé mucho al sur de Argentina, y allí me gustaba ir a fotografiar familias que trabajaban las lanas en lugares muy humildes. En todo esa exploración con la fotografía, volvió la pintura acompañada de los dibujos que realizo en bares, aeropuertos, clases de danza...

Muchas de tus fotos están intervenidas.

Paul Klee decía que el arte hace visible lo invisible. Yo, saco una foto, y guardo en mi mente un recuerdo de lo que ví en ese momento, entonces después, cuando veo la imagen en la PC, intento adecuarla a aquello que observé en el momento que tomé la foto. Completo lo que veo o creo ver.

Sos un transformador.

Transformo realidades en la realidad que veo así como convierto este taller en mi cueva de los sueños.
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