Marcia Shwartz
Ojo
19/10/2016 - 22/01/2017

Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat

Olga Cossettini 141 (C1107CCC) Buenos Aires, Argentina 

Marcia Shwartz

Con la curaduría de Roberto Amigo y Gustavo Marrone, esta exposición presenta obra reciente de Marcia Schvartz, en particular la serie El tren fantasma, con una selección de obras de diversas etapas desde los años setenta.

El ojo resuelve qué elegir dentro de la tradición, juzga la variación y la ruptura, guía la mano del artista. El ojo del artista decide, en soledad, el instante en que la obra ha terminado, cuando antes se enfrentaba al vacío y a los momentos de duda. El ojo de Marcia mira la realidad, pero es un ojo afirmado en el pasado y en el presente de un territorio común con el otro. Es el ojo que se abre iracundo y, a la vez, festivo.

El ojo que recibe los estímulos del exterior, la visión que discrimina colores y formas, que se adapta a la luz y percibe la profundidad y el relieve. Se trata, aquí, de la visión de Marcia frente al ojo común. Aquello que alumbra lo que no vemos y, sin embargo, está. Porque el ojo que, según santo Tomás, no ve puede llamarse equivocadamente ojo, tal como el cadáver sólo puede llamarse  cuerpo. La visión, entonces, es el alma al cuerpo. O mejor, como el filo al hacha.

La realidad para Marcia es cualidad de los fenómenos en los que no reconoce una existencia ajena a su propia vida y, además, hace partícipe al espectador del artificio, logrando que acepte su  propuesta de realidad. Así, El tren fantasma es la unidad entre historia y biografía, la  exteriorización de una voluntad. No es solo la creencia sobre la realidad, que es una construcción discursiva colectiva, sino la impronta biográfica que constituye el nexo sensible con ese pasado, tan difícil de asir desde la razón. Cuarenta años después este conjunto de grandes pinturas ensamblajes funciona como preludio a su obra del exilio en Barcelona. 

Es un relato visual de la historia biográfica desde una comprensión reflexiva del derrotero argentino condensado en la figura de

Isabelita. Marcia se enfrenta no a ese pasado, sino a los restos acumulados del pasado en nuestra vida cotidiana. Por ello, el modo de representación logra, con su acumulación omnívora, dar cuenta de esa persistencia. En cierta forma, Marcia asume compositivamente el basurero de la historia. No ofrece una salida a la persistencia de ese momento como quiebre en nuestra cultura: solo convierte a las voces internas en una visión apocalíptica, en el ejercicio de plantarse antes del abismo, de condensarlo en la oscuridad privada de lo público. Logra una poética de un enorme peso, anclada en su gravedad, sin ninguna concesión ni benevolencia. […]

El espectador es obligado a retroceder para poder observar la totalidad y para luego reconocer, al volver a acercarse, las decenas de objetos que la constituyen. Marcia, por medio de esos montajes, ha logrado una manera de nombrar el mundo. Ante su obra surge la imposición de ser varios: interpelación a plantarse de manera distinta frente a cada una de las obras, porque postulan roles distintos al espectador desde los recursos compositivos. De esta manera, nos obliga a ser partícipes. A completar los relatos que superan la anécdota y asumir la historia de una generación.

El tren fantasmadespliega la ficción de los sueños y pesadillas argentinos, un preámbulo del horror que esel horroren sí mismo, un teatro de títeres fantasmal, un retablo barroco popular entremezclado con los despliegues de un rito esotérico. Hay una decisión estética hacia la teatralidad, resultado de pensar la obra para un público amplio –no para el simple conocimiento erudito de la crítica–. […] Marcia, pintora de enorme oficio, deja testimonio de ese hacer en las figuras. No porque postule un no-hacer pictórico como una expansión contemporánea del concepto de pintura, sino porque la violencia histórica no permite a la pintura asumir la capacidad de sustitución. Así, la necesidad del instalar el objeto real, tangible, frente al espectador, instaura la idea de que los rastros de esa violencia perduran en nuestra sensibilidad de lo cotidiano.

[…] La fuerza de estas imágenes reside en el logro artístico de ser, simultáneamente, retratos psicológicos del carácter de los individuos y de poder ser comprendidas como expresión social, es decir, como sujetos políticos. […]