—¿Qué vas a pintar? —le preguntó un día Beatriz Doumerc, su compañera de toda la vida.

En el aire flotaban las cosas que siempre había dibujado: castillos con mariposas, barcos piratas, pájaros de muchos colores y princesas hermosas que vivían en las páginas de los tantos libros que había ilustrado a lo largo de muchos años.

—¿Qué vas a pintar, ahora? —volvió a preguntar Beatriz.

Mientras Ayax pensaba su respuesta, un rayo de sol, tibio como la miel, entró a través de la ventana de su casa de Barcelona. Y él dijo:

—¡Voy a pintar señoras gordas desnudas, con tigres y gatos!

Así, en los días que siguieron, Ayax preparó tintas y alquitranes, pinceles y cartulinas, y se puso a trabajar junto a la ventana, engañando a los relojes, absorto y feliz.

Ellas, las señoras que pintó -algunas con tigres y gatos- y que están ahora aquí expuestas, son la parte final de un largo viaje de ida que comenzó hace mucho tiempo en la ciudad de Rosario, donde nació, hijo del escultor Eduardo Barnes.

Un largo viaje de ida que lo llevó a vivir en Montevideo y en Buenos Aires, y luego en Brescia, en el norte de Italia, hasta llegar finalmente a Barcelona, su última morada. Ese largo viaje de ida, lleno de dibujos y de colores, de cuadros de señoras gordas desnudas, con tigres y gatos, es también hoy un viaje de regreso a su Argentina natal, a un Buenos Aires muy querido y nunca olvidado.

Las obras, están aquí para ustedes.

                                                                                                 Gabriel Barnes