Hace treinta años, gracias a Roberto Blanco, en su local de venta de cámaras antiguas en el barrio de San Telmo, conocí a Sameer Makarius. La relación entre ellos era muy buena, unidos por la misma pasión hacia los objetos fotográficos que coleccionaban, algunos de los cuales comercializaban. Apreciaron de inmediato mi enorme interés por el tema, permitiéndome participar en sus conversaciones y valorar sus conocimientos. Sameer estaba más volcado a las cámaras de madera del siglo XIX,
a las legendarias Leica y a los daguerrotipos, fotos y álbumes de fotógrafos argentinos y extranjeros, en particular le interesaban las fotografías de Félix Tournachon ("Nadar") y otros maestros franceses de aquel siglo.
Resultado de esos gratos momentos fue mi incorporación al grupo (como tercera pata del trípode), consciente de que sabia mucho menos que ellos. A partir de ese encuentro, concurri todos los sábados a visitarlos en sus respectivos locales y me encontré mil veces con Makarius los domingos de feria, cuando ambos íbamos a la caza de alguna pieza interesante. Sin duda, ambos contribuyeron a
consolidar mi convicción de comprar -y por lo tanto, salvar- muchas fotografías que seguramente
hubieran sido adquridas por coleccionistas europeos, privando de ellas a nuestro país. De este modo, todo lo que logré incorporar a mi colección pasó a formar parte de la iconografía nacional, aporte similar al de otros coleccionistas unidos por la misma causa.
En esa época, fue Makarius quien, con un interés sólidamente sustentado en sus conocimientos
e investigaciones sobre el tema, recogió la antorcha encendida por Julio Riobó en lo que respecta
a la valorización, preservación y proteccionismo de la fotografía antigua como significativo capítulo de la historia visual-testimonial de la Argentina a partir de la invención de la fotografía en 1839.
Por iniciativa de Makarius, se creó el Centro de Investigaciones sobre la Fotografia Antigua (CIFAA), a cuyas reuniones concurrían jóvenes investigadores y aficionados, que hoy son
prestigiosas personalidades en la especialidad que continuan desarrollando tareas de investigación
y publicando el valioso resultado de sus trabajos en el nivel nacional.
No puedo olvidar la interesante exposición, que Makarius organizó junto con Miguel de Riglos, en el Museo de Arte Moderno durante la Dirección del Profesor Guillermo Whitelow, titulada Vida
Argentina en fotos (1981), que incluía las obras de los fotógrafos destacados en el rico panorama de la fotografia vernácula.
Otra estupenda Muestra curada por Makarius, fue la que realizó en el Museo Sarmiento del barrio de Belgrano, bajo el título Daguerre y la temprana fotografía en la Argentina (1988), con imágenes de su pertenencia, la cual recorrí minuciosamente, acompañado por el, en varias oportunidades.
Durante nuestros encuentros en su local de San Telmo, era frecuente un diálogo de largas horas sobre las piezas de su colección de daguerrotipos y sus mejores cámaras. Esa atmósfera y las temáticas apasionantes hacían de la conversación verdaderas clases magistrales difíciles de olvidar. Siempre me estimulaba diciéndome: "Aldo, usted es la persona que tiene que conservar estas piezas únicas para salvarlas".
Poco a poco, me fue ilustrando sobre muchísimos temas que consolidaron mis conocimientos y me
permitieron incorporar notables cámaras y fotografías antiguas a mi naciente colección. En esas charlas fueron desfilando los pioneros de la fotografía que operaban en nuestro país: John Elliot, John Bennet, Charles D. Fredricks, John C. Helsby, Federico Artigue, Adolfo Alexander, Antonio Pozzo, Benito Panunzi, Arturo Mathile, Christiano Junior, Bartolomé Loudet, Alejandro Witcomb, Francisco Ayerza, y muchos otros.
Pero Makarius no se circunscribía a la escena local, tambien estaba sumamente interesado en otros
fotógrafos, como "Nadar", autor de los maravillosos retratos de Alejandro Dumas, George Sand, Richard Wagner, Gustave Doré, Giuseppe Verdi, Edouard Manet, Sarah Bernhardt, Víctor Hugo y Eugene Delacroix, por mencionar sólo algunas de la muchas personalidades que posaron para él en su célebre
estudio del Boulevard des Capucines 35. París, dejando una huella imborrable en mi interés hacia ese autor.
A medida que mi entusiasmo crecía gracias al impulso de Makarius, se iba convirtiendo en realidad la "Colección Aldo y Teresita Sessa" de cámaras y fotografías antiguas, nutriéndome tambien con
el conocimiento y el apoyo de especialistas del prestigio de José Romero, Jim Lager y Peter Coeln,
Adolfo L.Ribera, Abel Alexander, Juan Gómez, Miguel Angel Cuarterolo, Julio B. Riobó, Luis A. Figueroa
y Vicente Gesualdo.
Después de haber apreciado la retrospectiva de su obra pictórica y fotográfica, Luz y sombra: 140 obras de Sameer Makarius (2005), en el Centro Cultural Borges, considero que, sin duda alguna, Sameer forma parte del grupo de fotógrafos más notables de nuestro país.
Un día del 2008, el Maestro Makarius me pidió que lo fuera a visitar a su casa en Florida para
entregarme un regalo: ante mi sorpresa recibí una estupenda copia de su fotografía de la rotonda
del Obelisco, que habia sido tapa de su libro Buenos Aires y su Gente, publicado por Fabril (1960)
y un estupendo ejemplar de otro libro de su autoria Buenos Aires mi Ciudad, publicado por Eudeba (1963). Ante tan generosa actitud no pude menos que retratarlo junto a su fiel compañera Eva Reiner para dejarle un recuerdo de mi agradecimiento. Ese día quedó sellada nuestra amistad, basada en la admiración
y respeto.
La última despedida fue en los ultimos dias de Julio de 2009 cuando pasó por el estudio fugazmente para obsequiarme un ejemplar de Retratos, publicado por Vassari. Poco después, me enteré que el 3 de Agosto de 2009, el admirado Maestro y apreciado amigo, había partido para siempre.
Tengo la certeza de que su obra perdurará en el tiempo.
*Junio de 2010