Notas Artistas

EN UNA HOJA

Qué sorpresa, cuando me contaste el otro día que estudiabas para trapecista... Me desconcertó tu extraña vocación por las alturas aunque, en el fondo a todos nos atraen a pesar del temor y del vértigo.

Recuerdo que me preguntaste si yo era actor. Te respondí que no, pero me quedé pensando que, tal vez, tenías razón y también soy actor. ¿No decía el viejo William“all the world is a stage and men and women are merely players[1]”. Bueno, puede ser… todo puede ser, hasta pensar que nada es real, que estamos fabulando, que vos no sos vos sino sólo una idea, una necesidad, un sueño. Recuerdo caminar a tu lado. Íbamos y veníamos… dábamos vueltas, para un lado y para el otro… nos dejábamos llevar por un ritmo interno, por las sensaciones, y las emociones que nos invadían, que avanzaban sobre nosotros hasta que, sin darnos cuenta, caminando nos encontramos en una avenida y, cuando llegamos, justo antes de cruzar, me preguntaste si yo seguía. Te dije que sí y vos me respondiste que no, que tomabas un colectivo en la esquina… y nos despedimos, y ya no volví a verte… ¿te vi alguna vez? ¿bailé contigo? ¿soñé? ¿Cómo saber qué ocurrió realmente? Nunca termino de comprenderlo. Recuerdo bajar por la escalera mecánica: pensé salir por la puerta principal… y fue la que elegiste vos para salir de la galería. Mientras bajábamos me animé a hablarte y, como no sabía por dónde empezar, te pregunté qué hacías.

Cierro los ojos, los abro, pestañeo un poco, los aprieto con fuerza, tengo sueño. Un poco de somnolencia quizá, ¿serán las milanesas que comí? el vino... Por un momento al abrir los ojos, creí haber aterrizado desde otro lugar. No pude recordar cómo hice para llegar a la habitación, a estar recostado sobre la cama, leyendo, recordar el tránsito entre estar donde estoy y cómo llegué allí… me produjo una gran confusión y creí caer en un pozo.

La luz entra por la ventana de una tarde con anuncios de primavera que se adelanta, es una luz que amarillea la hoja en la que escribo, donde veo la sombra de mi mano que escribe… abro los ojos y me encuentro recostado en la cama escribiendo algo que parece un sueño… ¿un sueño real, o voluntario…? No, no debe ser un sueño porque tu recuerdo es muy real… aunque no estoy seguro… de lo que sí estoy seguro es que no te seguí aquél día y que hoy la única forma de recobrarte es reinventándote, imaginando o buscando, o queriendo que esta historia continúe de alguna manera, desde mi imaginación o desde mis sueños, que continúe, de cualquier manera. Mientras imagino o busco imaginar cómo sigue esta historia, entorno los ojos y los abro y veo cómo la habitación se agranda y, de pronto, me encuentro acostado en el piso de un largo salón. Siento, no, percibo creo, unos pies que se acercan, que caminan a mi alrededor sin que lo vea. Hay momentos en que se acerca tanto que los pies me tocan. Siento unos pelos largos rozar mi cara. Creo darme cuenta que son los tuyos. Me tomas de las manos, me levantas, mi cuerpo se aliviana… comienzo a volar. El espacio se agranda, crece y crece. Las negras paredes crecen y se expanden, volamos cada vez más alto, hasta llegar a una nube también terriblemente negra. Ya en la nube giramos… la velocidad me marea y entonces me abandono a la caída. Creo dormir y despierto rodeado de fuentes y columnas de mármol, de ónix y de lapislázuli. Junto a una de las fuentes hay hermosas alfombras, te veo y me invitas a sentarme a tu lado, a compartir manjares… tu mano me ofrece una copa de vino… Su aroma es tan intenso… y su sabor único… y bailo de una manera que nunca imaginé, junto a mujeres que bailan. Soy flexible, cada vez más flexible. Siento tu mirada, me observas pero no te incorporas al grupo, a nuestra armonía. Desde las fuentes llega una gran claridad… surge una luz que todo lo invade. Ya no soy yo, soy las mujeres y soy vos y soy el movimiento. Dónde se fue el tiempo… ya no hay tiempo, aunque si, el movimiento es tiempo. Bailo y soy feliz aunque, en realidad, la mayor felicidad es ahora, es ahora en el recuerdo, porque en ese momento, mientras bailaba, no tenía conciencia. Me abandonaba al movimiento, a una serie de oleadas que se continuaban sin interrupción.

Por momentos te creía una geisha, con tus pasos cortitos y tu manera particular de caminar. Quizá me contaste alguna vez de tu trabajo como titiritera. Cómo será manejar los hilos de una muñeca... ¿Por cuántas actividades poco habituales pasaste? Es una de las cosas que más me gustan de vos… sos una rareza en esta sociedad de corte y confección. Me gusta y admiro tu libertad, eso de hacer lo que tenés ganas, más allá de lo que necesitás para subsistir, tu necesidad de nadar contra la corriente, contra la masificación, contra el empobrecimiento… La vida no tiene sentido si no aspiramos a ser libres, aunque nunca lo logremos. En el intento está el sentido, en el intento de romper con los encuadres, con los modelos preestablecidos, con los modelos de otros.

Sos fuerte y sin embargo sos tierna y frágil. Creemos que fortaleza es dureza y, sin embargo, en vos esto no es así. Sos dulce y frágil.

De pronto veo un pasillo largo y negro, al fondo hay cinco sillas. Me pregunto qué harán allí. Por un momento te adivino sentada en una de ellas. Luego te veo en las cinco sillas, es tu cuerpo el que se multiplica y veo que me sonríes desde el fondo del pasillo. Tuve la dicha de verte aunque sea en un sueño… pero este sueño es como la vida... es la vida. Temí estar condenado a la desesperación de no encontrarte…

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[1] “El mundo sólo es un escenario y los hombres y mujeres meramente actores”