Notas Artistas

Solange

Recién instalado en mi nuevo departamento, con los codos apoyados sobre la baranda del balcón, miraba las cúpulas coronadas de ángeles y la cantidad de esculturas que decoran el cementerio del otro lado de la calle.  Fue este panorama que motivó mi elección. Al día siguiente de la mudanza, al regresar de una caminata para conocer el barrio, me asomé al balcón para disfrutar de la vista. Era una noche oscura pero que breves relámpagos iluminaban. Mientras exploraba el cementerio con la mirada, un fogonazo me reveló la figura de una mujer muy blanca y de ropas también muy blancas. Por un momento pensé que se trataba de una visión. Permanecí en el balcón a la espera de otro relámpago.  Pocos instantes después la vi y esperé el siguiente relámpago para saludarla con el brazo. Para mi sorpresa me devolvió el saludo. Ya no dudé: era claro que no era una visión y corrí a la calle a buscarla. Las puertas del cementerio, por supuesto, estaban cerradas por lo que no tuve más remedio que treparme a las rejas y saltar al otro lado. Caminé apurado entre las tumbas; pronto me sentí perdido en ese laberinto y no pude dar con el lugar que desde lo alto de mi balcón parecía tan fácil de encontrar. Creí otra vez en un sueño, en una visión. Con frecuencia la imaginación me juega malas pasadas y por lo que decidí volver a casa. En ese momento, el destello de un nuevo relámpago me encegueció y creí verla.  Ni bien me acerqué, oí la voz alegre y sonriente de la mujer quejarse por mi demora. Sus palabras me desconcertaron y la invité a caminar juntos. De inmediato aceptó. Para salir, trepamos las rejas que atravesara minutos antes. Tuve miedo que desgarrara su vestido, que se enredara en las afiladas puntas y se lastimara. Una vez en la calle, bajo la luz de un farol, descubrí con placer su extraña belleza. Dos horas más tarde nos despedimos y me rogó encontrarnos al día siguiente a la misma hora. Volví a casa intrigado por mi desconcertante aventura. A la mañana siguiente me levanté tarde y me alegró ver que faltaba poco para la noche. A pesar de todo, el día se arrastró hasta llegar el momento; me encaminé al cementerio, ya más confiado trepé las rejas pero, para ante mi sorpresa, el laberinto de callejuelas me confundió otra vez. Por un momento anduve perdido y sin saber mucho por qué, de pronto levanté los ojos. Estaba apoyada sobre una piedra y contento me acerqué a ella. Tomé su mano, la ayudé a levantarse y, juntos otra vez, salimos como la noche anterior. Con timidez le propuse ir a casa. En cuando llegamos puse música y elegí Love Songs de Miles Davis: la música de su trompeta siempre me conmovió. En cuanto me senté junto a ella, sin decir una palabra, me abrazó y me besó con dulzura. Nunca antes conocí caricias de tal intensidad y entrega. De pronto tomó mi mano y me llevó hasta el dormitorio, Con mano segura, lentamente, me desvistió, me recostó sobre la cama, me hizo el amor... y yo fui dócil a sus estímulos. Me llevó a un placer largo e intenso... cada vez me abandoné más hasta que, inesperadamente, me sorprendió un dolor en el cuello... sentí también su boca sobre el dolor.

    Ella ya no está. Sé que dentro de poco moriré pero estoy contento porque ella continuará.