Notas Artistas

CRITICA

"¡Qué riqueza y que variedad en los temas abordados! Desde las más ingeniosas combinaciones de figuras geométricas hasta relaciones entre la música y la pintura, desde los problemas de la luz hasta la resonancia y la armoní­a de los colores, desde la ternura y el aspecto sensible de las imágenes hasta la visión de un movimiento cósmico, todo ha sido tratado con inteligencia, con fuerza y con fervor en el diálogo de Delia Solari con el universo."

Ionel Jianou
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" Para una artista escribir un libro sobre su propia obra, las razones que la mueven y motivan, es un acto de reflexión y de madurez. Significa volcar en un lenguaje distinto al de su expresividad ese universo de razones, por las cuales se llega a la creación. En este caso, Delia Solari no solo pone de manifiesto su actitud reflexiva frente a la obra artí­stica de la cuál es protagonista, sino que también da a conocer su visión del arte en general, insertado en la realidad social y en el mundo de la creación de valores.
A ser ella misma una representante de la abstracción geométrica, profundiza también sobre esta lí­nea estética. Conceptos acerca de la estructura, el color, la creatividad, lo racional y lo sensible en la pintura, así­ como los ví­nculos que encuentra entre ella y la música, construyen etapas en la lectura de este libro presentado con la solvencia habitual de Ediciones Gaglianone."

Fermí­n Fevre
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"Delia Solari denomina a su estilo de pintura "estructuralismo planimétrico sensiblé' que se caracteriza por una composición organizada, formal y totalmente en función de planos geométricos atendiendo a los elementos sensibles o emotivos, especialmente a través del tratamiento del color. Su paleta es rica en verdes ácidos, amarillos, azules, violáceos que utiliza sincronizadamente para desarrollar sus juegos espaciales y estructuras dinámicas. Su lí­nea no adhiere a la frialdad y rigidez de la lí­nea geométrica perfecta. Su pasión por la música la condujo a elaborar una simbologí­a mediante la cual trata de representar ciertos aspectos de la misma, lo que constituye un desafí­o con múltiples posibilidades de resolución. Coincidentemente con la inauguración de su exposición en Soudán, que cierra el 14 de mayo, presentó su libro "Enunciados Estéticos", en el que desarrolla la descripción de sus procesos interiores y sus objetivos estéticos. Magní­ficamente editado por Ediciones de Arte Gaglianone, prologado por Osiris Chierico es un tratado acerca de la abstracción geométrica basado en las conclusiones a las que ha Ilegado Delia Solari en las pautas que aplica en su obra creativa. Los diferentes í­tem están profusamente ilustrados, lo que le otorga un carácter eminentemente didáctico."

Laura Feinsilber
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Delia Solari y la música de la luz viviente
por Morgan Powell *

Cuando Delia Solari habla sobre sus pinturas no se detiene demasiado en las variaciones cromáticas de lí­neas y planos que se cruzan, o en los triángulos, trapezoides, rectángulos o elipses que habitan sus telas; no se refiere ante todo a la composición, o a la textura o a la técnica. La pintora, que se ha comprometido a lo largo de su vida con la expresión abstracta representada exclusivamente a través del color y las formas geométricas, habla más como visionaria que como artista plástica, de una cura de las miserias humanas contenida en el juego entre la luz y la lí­nea; de una paz trascendente cuya materialización se encuentra al alcance de la mente humana, si no de las manos humanas, y que es el mensaje al cual apuntan implí­citamente sus composiciones, su propio punto de fuga interior. Al igual que Piet Mondrian, habla de la pintura - es decir, de las leyes que rigen sus propias composiciones - como de un tipo de geometrí­a universal capaz de sugerir una realidad que va más allá de la condición trágica del hombre moderno. Tal como la música, la pintura "tiene el poder de transportar al ser humano mágicamente a un mundo sin lí­mites, pleno de riqueza espiritual, sensaciones y vivencias".
Pero a aquellos que han contemplado sus pinturas les resulta evidente que Mondrian ha sido el padrino, sobre todo, de las obras de sus comienzos. A menudo armonizaciones exquisitamente apacibles de lí­nea y color con caracterí­sticas de prismas, estas primeras pinturas parecen servir de medio para representar una "realidad pura" que era una parte esencial del credo de Mondrian. La obra reciente de Solari muestra un uso del color mucho menos controlado desde el punto de vista espacial que en obras anteriores; los colores se superponen y se mezclan en un único espacio geométrico; los infaltables azules y marrones con frecuencia son reemplazados por un espectro de verdes y ocres que parecen anunciar la llegada de una fertilidad caótica apenas contenida dentro de los espacios ordenados de la composición. Los planos antes translúcidos se han vuelto opacos; resisten más tenazmente, pero también reflejan con mayor riqueza, la luz que los ilumina.
La racionalidad geométrica de la teorí­a se pone al servicio de una búsqueda de significado universal volcada sobre la tela principalmente por medio del diálogo de Solari con esta luz dadora de vida, una luz que parece brotar de la pintura, iluminándola con el brillo multifacético y multicolor del caleidoscopio de un niño. Es en esta tensión entre una fascinación infantil por una infinita variedad de formas y colores y el control estricto sobre una composición geométricamente - casi matemáticamente - concebida, que Solari busca su tema: la unidad de una realidad a la vez racional y sensual.
Ya en 1989, Delia Solari habí­a elevado esta tensión a la categorí­a de método a través de la publicación de Enunciados Estéticos (Ediciones Gaglianone), su propio manifiesto sobre el arte de pintar. Allí­ reconoce su deuda con la tradición de Mondrian, Kandinski y Klee y ofrece su interpretación de la mareante progresión de movimientos artí­sticos del siglo XX de los que ve emerger su obra: una drástica oscilación entre dos polos a medida que el artista explora los extremos de lo sensual-subjetivo y lo geométrico-objetivo en el marco de su nueva libertad creativa. Es caracterí­stico del enfoque altamente intelectual de Solari el que idee una ponderada terminologí­a para expresar estas direcciones opuestas en su propia obra, dividiéndola en "estructuralismo planimétrico sensible" y "racional". Pero el libro revela que Solari es una autora inteligente y expresiva, una artista plenamente capaz de expresar por medio de la palabra los fundamentos, así­ como las aspiraciones de su obra pictórica. Tanto más elocuente resulta entonces la negación del lenguaje, tanto verbal como figurativo, que su obra representa. Desde más allá de los planos translúcidos de sus composiciones, surge el resplandor de un innegable compromiso y convicción, un urgente deseo de comunicar una vivencia interior que es tal vez el rasgo más inmediatamente llamativo de su obra; es también el rasgo que la pone en una clase aparte entre sus contemporáneos y sus predecesores de la escuela constructivista y de otras escuelas formalmente geométricas dentro de la pintura abstracta.
La obra de Solari documenta una vida entera en pos de la idea de que es posible comunicar convicciones esencialmente humanas e intrí­nsecamente personales utilizando solamente la lí­nea, el color y la luz - del mismo modo en que un compositor evoca un espectro completo de emociones humanas, y aun de progresiones narrativas, solamente a través del sonido, el ritmo y el volumen acústico. La analogí­a con la música no es de ninguna manera un invento de este crí­tico, ni es tampoco un mero reflejo de la afinidad declarada de Solari con el pensamiento y la obra de Vassili Kandinski - a quien cita cuando escribe lo siguiente: "Casi en su totalidad, la música ha constituido siempre el arte que utiliza sus materiales propios para manifestar la vida interior del artista, creando una existencia única, y no para reflejar o reproducir fenómenos de la naturaleza".
La música es más bien un principio rector y una experiencia fundacional en la vida y el arte de esta artista: educada en principio en la música, sólo descubrió su vocación por la pintura siendo ya adulta y madre. La música la acompaña constantemente mientras trabaja en su taller, siendo una fuente de inspiración tanto "sensible" como "racional". El lenguaje de la pintura no es un lenguaje figural para Solari, sino que es más bien un lenguaje musical, el lenguaje de contraste y armoní­as que existe en el nivel de la percepción humana que se presume universal. No es un tema que le concierna a la artista el que este nivel exista o no; su obra de toda una vida es, en cambio, testimonio del poder que se deriva de creer que sí­ existe; la fuerza creativa y el vigor de sus pinturas las transforma, a su vez, en testigos convincentes.
Estas pinturas evocan una "música de las esferas" captada por el oí­do interior de la artista y transformada en espacio, color y luz; hablan en susurros de una brillante, tintineante unidad matemática que impregna e ilumina el caos de la experiencia humana - pero sin negarlo ni obviarlo. Cada pintura tiene un inconfundible centro de gravedad que la mayorí­a de las veces es también su fuente de luz, una luz que emana de más allá de los planos de color entrelazados y superpuestos y parece crear la pintura misma: reflejada y refractada, brincando y rebotando de un plano a otro, produce colores translúcidos en tonos complementarios junto con escalas cromáticas cuidadosamente controladas. Esta luz es la protagonista de la pintura; es su verdadero creador. Revela el diálogo entre la artista y su fuente de inspiración, y a través del rechazo, inherente a sus formas geométricas, de toda particularidad, transmite la sugerencia de la existencia de un creador trascendente, que no es, en última instancia, una afirmación sino el hecho mismo de la vivencia de la pintura por parte del espectador.
En definitiva, entonces, la variación infinitamente exuberante que hace Solari de la unión geométrica entre la luz y el color se convierte en algo así­ como un sutil argumento en favor de la existencia de Dios. De esta forma, curiosa si no paradójicamente, Solari nos muestra en qué punto la trayectoria del arte abstracto contemporáneo se remonta hasta más allá de la revolución mimética del Renacimiento para llegar a la representación espiritual del mundo medieval. Sus pinturas no son ventanas en el sentido que le darí­a el teórico renacentista de la perspectiva, Alberti - aberturas ilusorias hacia el mundo fenoménico -, sino más bien en el sentido contrario simbolizado por los vitrales de las catedrales medievales: no son aberturas sino pantallas. Transmiten una profundidad y una luz infinitas que trascienden su plano de existencia. Su color y su lí­nea refractan y filtran una luz pura, una luz divina, para que pueda ser percibida por el ojo humano. Estas "ventanas" convierten la refracción primaria de lo desconocido en forma y experiencia sensorial, captando los elementos universales básicos de dicha experiencia: la lí­nea, el plano, el color y la profundidad; mientras que la combinación de éstos, a su vez, sugiere lo relacionado con el tacto y el olfato, nuestras impresiones sensoriales con mayor contenido especí­fico. Las ventanas de Solari, sus "composiciones planimétricas estructuralistas", se asemejan mucho a la plasmación de la esencia del pensamiento de Tomás de Aquino, a la vez que están inconfundiblemente impregnadas con el lenguaje visual de nuestro naciente tercer milenio.
Pero esta elocuente voz femenina en el mundo predominantemente masculino del arte abstracto demuestra una afinidad aun mayor con una voz diferente de la Edad Media: la de Hildegard de Bingen. También la prolí­fica obra de la "Sibila del Rin" surgió de un compromiso interior de servir como instrumento musical, o como la "voz de la luz viviente". Registró sus experiencias en voluminosos tratados modelados por un lenguaje complejo y visualmente recargado. Pero tal como Delia Solari, no era una espiritualista pura. La visionaria, teóloga, compositora, médica - y posiblemente hasta pintora - no era menos multifacética ni estaba menos fascinada por el mundo fenoménico que la quintaesencia del "Hombre del Renacimiento", Leonardo da Vinci. Por lo tanto es apropiado que las pinturas de Solari parezcan ofrecer una expresión en forma visual del extenso diálogo mí­stico - y musical - de Hildegard. En la actualidad Hildegarde es conocida no tanto por los tratados en latí­n sobre la teologí­a altamente individual que ella misma acuñó sino por su expresión no menos original en el lenguaje universal de la música. Y así­ finalmente surge la sugerencia de un tí­tulo a todas luces apropiado para la obra de su sucesora del siglo XXI: El diálogo de Delia Solari con la música de la Luz Viviente.

* Morgan Powell, Ph.D , es historiador de medios visuales y orales y colabora como crí­tico en la prensa europea y norteamericana.