(extracto)
La imagen de Polesello y la escritura de la historia
Rogelio Polesello cumple en 2005 cuarenta y siete años de trayectoria artística. Se trata de un artista cuya presencia en las redes sociales de información es más contundente que la de otros de sus colegas. Hay una imagen pública de él, que incluye su obra pero parece también ir más allá de ésta, al exceder los carriles habituales del establecimiento y la difusión de la creación de artistas visuales. Una prolífica producción pictórica en múltiples etapas, murales en los aeropuertos nacional e internacional de Buenos Aires, pinturas sobre autos, innumerables ambientaciones en edificios y oficinas, diseños de espejos, entre otras tantas contribuciones al diseño ambiental, la experiencia de Cuerpos pintados, para la publicación de las fotografías en libros; y una monumental labor enmarcada en un itinerario internacional, han hecho de este artista un personaje público, hasta mediático. Asimismo, en el ámbito ligado a lo académico, a las interpretaciones críticas que se han redactado a lo largo de su trayectoria en catálogos, monografías, artículos, relacionados con la historia y conformadores de la escritura de ésta, hay una ponderación abundante, realizada por casi todas las voces calificadas de distintas épocas por las que transitó.
Por sobre todo, alrededor de Polesello se ha configurado también un fenómeno especial: el de su autonomía. Mucho se ha escrito acerca del arte no figurativo geométrico, la abstracción, la abstracción sensible y el arte cinético; su obra se incluye en cada clasificación pero, asimismo, se lo ha percibido como una figura en apariencia independiente.
Otro aspecto a tener en cuenta es que el momento presente y la escritura de la historia reciente han modificado la perspectiva histórica general. Esta área fue conmovida por un fuerte viraje que comenzó en los años 90. Se hicieron numerosas relecturas, escrituras y reescriturasde la historia del arte de los últimos sesenta años, lo que se ha comprobado a través de publicaciones, trabajos monográficos, tesis de doctorado, etc.
El aspecto singular en torno de esas dos aproximaciones a Polesello -esa figura-ícono multimediática que se yergue célebre y la solidez de la narración de la historia que lo respalda- es que a menudo no parecen actuar como vasos comunicantes ni difundirse como próximas.
Al final de una observación detenida, paralela al extenso desarrollo de su obra y la profusa documentación que da cuenta de ella, se concluye que existe comunicación entre esos dos mundos, sólo que es obligatorio realizar el abordaje de su recorrido a través de una perspectiva ampliada y panorámica. Su trabajo no comenzó en la soledad del taller de artista, sino a los quince años en una agencia de publicidad, de manera paralela a las escuelas de bellas artes. Sus piezas talismánicas de acrílico siguieron la senda abierta del arte del objeto, pero crecieron también en tamaño para interceptar el paso de los transeúntes protagonistas de una década que fue bisagra en usos y costumbres de toda una sociedad: la del 60.
Esta exposición y el retorno al origen
Como celebración de sus cuarenta y siete años de trayectoria, Rogelio Polesello fue invitado a realizar una exposición en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. La selección incluye tres o cuatro núcleos principales de obras: un conjunto de telas recientes de gran tamaño realizadas en 2003, cuyas formas abstractas geométricas blandas parecen responder a un tipo de descentramiento de una geometría alguna vez más rigurosa, otras relacionadas con los trabajos del gran mural de Ezeiza, de 2001, un conjunto de 1996, algunas de sus lentes de acrílico de 1966-1969, objetos pequeños del mismo material y un grupo de trabajos sobre papel de 1959.
La restricción cromática, uno de los signos elocuentes de la muestra, aparenta haber sido proyectada ex profeso. Blanco y negro, traslúcido, y sólo algunas efusiones de color componen la breve escala.
El concepto rector ha sido el de unir la producción última con una selección de obras de su primera década productiva. El recorrido de la mirada llevará al espectador a circular entre las piezas de ese juego, donde ellas tomarán su verdadera dimensión, e inevitablemente conducirán a formular cotejos, establecer relaciones, paralelismos yoposiciones.
Con el mismo rigor formal necesario para la consecución de sus obras, Polesello ha diseñado su trayectoria en torno de una cuidada coherencia conceptual. Su producción más reciente tiene una conexión tan cierta como renovada de dinámicos despliegues visuales proyectados, en apariencia, con y a través de sus lentes de los años 60. Su mecanismo productivo posee una elaborada matriz que ha generado una enorme multiplicidad de imágenes a lo largo de tanto tiempo, así como estos últimos cuadros.
Una de las preguntas que surge del recorrido de esta exposición es si esa matriz original no son esas lentes que hubieran estado incorporadas desde siempre a la conciencia creativa del artista.
Las obras de 1959 son representativas de un año clave en los comienzos de su carrera, que prefiguró rasgos de una peculiaridad única entre sus pares.
En Polesello siempre hubo una exacerbación de la mirada, todo pasa inexorablemente por ella. Es así como él mismo ha sacado una conclusión acerca del concepto de esta exposición: Es como si pasara porotros ojos todo lo que hice.