Notas Artistas

Entrevista a Eduardo Gil por Melisa Lett

¿Cómo fueron tus primeros pasos?

Mis primeros pasos por la fotografí­a fueron onda social: mucho viaje, mucho reportaje. Todas las imágenes eran en blanco y negro.

Después hice un trabajo, durante dos años y medio, en el Hospital Borda. Se trataba de un ensayo sobre la salud mental, también en blanco y negro. Al tiempo empecé una etapa que duró quince años y que culminó con un libro que se llamó (argentina). Esta publicación de alguna manera pretende ser una metáfora de lo que fue la Argentina post-proceso hasta hoy.

A partir de los noventa comencé a producir fotografí­a en color. Eran trabajos más crí­pticos, mucho más subjetivos y difí­ciles de acceder para mucha gente. Este fue un perí­odo intermedio hasta el actual, en el que produzco una imagen más despojada, eliminando cualquier rastro de romanticismo y de efectismo.

¿En tus comienzos qué te impulsaba a registrar tus viajes en imágenes?

En mis primeras épocas sentí­a que mi rol era mostrar las injusticias del mundo y hacer la revolución. Esto es bastante común en una cierta corriente en fotografí­a. Con el tiempo esta especie de imperativo categórico pesadí­simo pude sacudí­rmelo de los hombros.

En todo caso creo que las actividades polí­ticas o de compromiso social, están presentes en todo lo que uno hace y en cualquier ámbito de la vida. Pero cuando uno se mete en el terreno del arte no tiene que estar pensando constantemente si lo que se hace sirve para transformar al mundo. Creo que el arte por definición cambia todo: cambia al mundo y lo cambia a uno.

¿Hoy en dí­a que pretendés con tu obra?

Pretendo, como todo artista, que el público no sea indiferente. Quizás algunas de mis fotografí­as actuales provoquen una cierta indiferencia, una perplejidad por el hecho de esperar ver imágenes heroicas, casi épicas, como las anteriores.

No intento cargar a la imagen de connotaciones o lecturas expresionistas, románticas; lo cual hace que mucha gente se quede helada ante mis fotos. Pero esto es parte del desafí­o y de lo que creo, en este momento, un crecimiento.

¿Te sentí­s más libre?

Es muy difí­cil el tema de la libertad y el arte. No me interesa la expresión, en todo caso suelo dejarla para los grupos de psicoterapia.

Me importa más el desarrollo de proyectos artí­sticos, de propuestas estéticas, en donde uno pone los lí­mites y no se deja llevar tanto por la libertad expresiva, que en los primeros momentos consideraba, románticamente el valor máximo.

Hoy pienso que el trabajo del artista pasa más por la reflexión que por la emoción en estado puro.

¿Cuál es tu mayor compromiso?

El compromiso máximo es con mi propia obra, con la honestidad y coherencia de mi trabajo. Hay una anécdota del primer coloquio latinoamericano, que se realizó en México en el año setenta y ocho, en un ambiente muy denso, muy cargado. Todos estaban muy enardecidos y recuerdo que alguien se levantó y propuso: Compañeros usemos la cámara como una metralleta. Un fotógrafo cubano lo interrumpió diciendo: Disculpa compañero si en todo caso quieres usar una metralleta consí­guete una, no una cámara fotográfica.

¿Por qué pensás que es común esta confusión?

Porque no se logra la diferenciación. La cámara fotográfica, lo mismo que un procesador de texto, es un instrumento. Entonces uno puede usar un procesador de texto para hacer una carta al consorcio o una lista de supermercado, pero también puede utilizarlo para escribir el poema más excelso. Con la cámara fotográfica pasa lo mismo.

¿Considerás arte a la fotografí­a?

No. La fotografí­a en tanto arte, como uno de sus usos, puede serlo. Pero la cámara fotográfica es usada por todos para registrar momentos, ya sea en las vacaciones o en los cumpleaños. Ahora bien, alguien puede hacer fotografí­a con una intencionalidad estética y en ese caso, sí­ se puede hablar de arte.

La fotografí­a en sí­ no es arte porque de serlo, serí­a como pensar que el pintor que está pintando el balcón de una casa se está expresando artí­sticamente.

La fotografí­a todaví­a es muy reciente pese al auge de estos últimos años. Hasta no hace mucho era la Cenicienta de las artes. Hoy está en la cresta de la ola junto con el video.

¿A qué se debe ese éxito?

Justamente a que se empieza a entender qué es la fotografí­a.

Peter Galassi, curador de fotografí­a del Museo de Arte Moderno de Nueva York, sostiene que la fotografí­a no es una hija bastarda de la técnica dejada en las puertas del arte, sino que es una hija legí­tima de la tradición pictórica de Occidente. Él hizo una exposición en la cual mediante ejemplos de obras iba mostrando cómo algunos pintores, a partir del siglo dieciséis, empezaban a tener una mirada fotográfica. Esta posición es muy tradicionalista y pretende congraciarse con el mundo del arte.

¿Existe otra perspectiva?

Sí­, por suerte y es a la que adhiero. Esta perspectiva destaca el valor propio de la imagen fotográfica y nada tiene que ver con la concepción del arte académico tradicional.

Hoy en dí­a la fotografí­a más interesante tiene que ver con la revalorización del instrumento mecánico. Y esto permite desprenderse de las nociones tan tradicionales del artista, de la genialidad y de la originalidad.

¿Este lugar que supo ganar la fotografí­a actual tiene que ver con la cultura de la imagen que hoy reina?

Sin duda. El constante flujo de imágenes visuales y el contacto permanente con las mismas ha modificado notablemente la conciencia del hombre del siglo veinte.

Todos los registros que tenemos de lo que se podrí­a llamar la realidad, son imágenes fotográficas. La gente ve en término de las imágenes que ya tiene incorporadas.

¿Un ejemplo?

Cuando un espectador se posiciona, por primera vez, ante una obra como La Mona Lisa, recuerda la postal que anteriormente vió de la Mona Lisa. Es decir, el sujeto no está vivenciando una experiencia, sino que está revalorizando esa imagen ya interiorizada.

También en la actualidad se ha desmoronado el paradigma que sostení­a que la fotografí­a nos mostraba con veracidad la realidad. Hoy muchos nos planteamos que la imagen fotográfica es el medio de mayor eficacia para encubrir el mundo real.

¿Hay una conciencia general de la manipulación de la imagen?

Se desconfí­a más de la imagen. Sin embargo compramos los diarios suponiendo que nos están mostrando, a través de sus fotografí­as, lo que realmente pasó.

Desde el momento en que alguien modifica un encuadre, deja afuera algo e incluye otra cosa, se altera el sentido de la imagen original. Ni hablar de los epí­grafes que acompañan a la foto.

La fotografí­a ha sido, siempre, una imagen manipulada, subjetiva, tendenciosa y cargada de ideologí­a.

¿Qué produce la irrupción de la imagen digital?

Lo digital viene a poner sobre el tapete la facilidad con que se puede manipular la imagen. Empezando por la National Geografic que junta las pirámides de Egipto, moviéndolas de su lugar, para que entren en la tapa de una revista.

¿ A la hora de hacer una foto salí­s a buscar la imagen?

No salgo azarosamente a buscar la foto, en todo caso ando permanentemente por el mundo buscando, mirando y pensando.

Lo que más suelo hacer es tomar notas, luego ir a la hora adecuada al lugar correcto y hacer la fotografí­a.

El click en mi trabajo es lo menos importante por que es la culminación de una idea. La foto, como obra, es el resultado de un pensamiento previo, la consumación de un proceso.

¿Hay algo de sorpresa en lo captado fotográficamente?

Sí­, eso siempre existe porque la cámara fotográfica no registra igual que el ojo humano. De modo que muchas veces nuestra percepción es sumamente diferente al resultado fotográfico. Por esto mismo, lo más frecuente es el fracaso; debemos estar, constantemente, preparados para encontrarnos con él y utilizarlo como parte del proceso creativo.

Las certezas y las seguridades son enemigas del arte. Como decí­a Borges, soy partidario de cultivar la incertidumbre porque es el estado en el que pueden pasar cosas...