Notas Artistas

CRÍTICA
por Luis Felipe Noé

Entre una tribu primitiva y el mundo globalizado se encuentra Diana Chorne
Por Luis Felipe Noé

"Siguiendo la teorí­a del "bricolage" que Levi Strauss utiliza para caracterizar al "pensamiento salvaje" - al cual enfrenta el propio del hombre occidental, el que llama "del ingeniero"- podemos decir que para entender la obra de Diana debemos ubicarla entre un mundo que le excede (para asirlo se vale de lo que tiene a mano) y una sensibilidad muy cultamente posmoderna.

Ella, por lo tanto, se pasea por el espacio global y el tiempo eterno. Hace sus totems culturales con la libertad combinatoria de posibilidades de un jugador de truco: entre el lí­mite de la regla y el infinito de la picardí­a.

De la misma manera hace sus dibujos jeroglí­ficos y sus cajas que secretean las posibilidades de la vida. De esta manera ella visualiza nuestra salvaje civilización extrañando lo salvaje (el orden latente del caos) y cuestionando la civilización (el caos latente del orden).

Por todo esto, celebro la llegada de Diana Chorne al mundo del arte".

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Por León Ferrari

El collage, esa desordenada caminata entre pedazos de cosas, puntillas, números, letras, restos de plátanos y pinceladas, parece una hoja arrancada de un cuaderno de notas de Diana, una suerte de taquigrafí­a en clave de sus conclusiones sobre las tristezas o los ardores propios y ajenos. Más taquigráficas todaví­a son sus escrituras o parlamentos, como el malón de peces, o esas misteriosas sucesiones en blanco y negro de gente retorcida,

de elefantes, de guitarras y de bichos desconocidos que se resignan a deformarse y a descuartizarse en silencio para poder expresar una desavenencia o quizá, el atisbo de una armoní­a que nunca les llega.

En la misma lí­nea, otra veta ciertamente destacable en la obra de Diana es su serie de personajes estilizados, verdaderos Giacomettis redivivos y actuales, muñecos algunas veces sin brazos ni piernas, con el torso que

empieza bajo la cabeza y se extiende hasta la base. Gente que sólo parece destinada a pensar y a mirar, impedida de abrazar, resignada.
Un párrafo aparte me merece su balde de dos banderas: la que está pintada en el balde y la de la cinta en el brazo que sale del cemento (o que ha sido enterrado en el cemento). Esta pieza, que fuera expuesta en la muestra organizada recientemente por el MAR en el Recoleta, es una fuerte y lograda representación de un paí­s que sigue cantando "oí­d el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad".