Notas Artistas

Habitarnos
por Julio Sánchez

Señalaba el XIV Dalai Lama que mientras en Occidente los hombres se lanzaban a la conquista espacial, en Oriente trataban de explorar el espacio interior. En las últimas pinturas de Nora Bariggi se intuye correspondencia con la segunda opción. En sus pinturas hay un chisporroteo constante entre el sosiego y la algarabí­a, sin embargo, no es difí­cil poder adivinar las huellas de aquella exploración de los caminos interiores.
Los tí­tulos -tanto como el espí­ritu- de cada obra son pautas claras de diferentes momentos de esta travesí­a. El inicio de la marcha implica abandonar un punto de partida, y la renuncia es precisamente uno de los temas de su pintura, como en Deconstrucción o Release of freedom. Parte del camino hacia adentro implica una despedida a aquello que creemos que es bueno y útil, cuando muchas veces ha dejado de serlo. En la tradición simbólica es claro el ejemplo del expedicionario que remontaba el curso de agua en su canoa, hasta que se secó el rí­o y tuvo que emprender la caminata por la selva; lo hací­a llevado la pesada canoa sobre sus hombros sin darse cuenta lo poco provechos que resultaba ahora aquello que fue provechoso entonces. Cuando se liberó del peso pudo avanzar más ágilmente, con mayor confianza en sus pasos. En La selva y sus caminos, Trust y Elevación gravita esa necesidad de desprenderse del equipaje innecesario para poder conquistar nuevos espacios.
Quien sigue viviendo en sociedad con otros debe aprender a "negociar" entre el mandato social, cultural y familiar y las propias necesidades internas, tal como se discierne en Semillas de cambio y No negociable. En esta etapa de negociación es una tarea constante; en la obra de Nora la piel se convierte en el sí­mbolo de este intercambio, pues es el lí­mite anatómico entre uno y el universo. Así­ se entiende la presencia en sus pinturas de diseños de pelo de jirafa y una insistencia en la idea de unión o puente, como en Los pensamientos son puentes I y II, Puente de Oro.
Las personas que exploran su camino interno comprenden que el cambio no termina en uno mismo; cuando en un cierto grupo social un individuo despierta su conciencia actúa sin querer sobre los demás. Hoy la conciencia se entiende como parte de una trama social y no como un ente aislado; en Hilos de oro gravita este concepto de urdimbre imperceptible a los ojos. Poco a poco se allana el camino hacia una verdadera Mina de oro (tal el tí­tulo de otra obra de Nora). El oro es un metal inalterable y noble, hoy su valor económico ha opacado su tradicional valor simbólico, aquel que se resaltaba en los mosaicos bizantinos, aquel que recuperaba Ives Klein. Aurum nostrum non est aurum vulgi (nuestro oro no es el oro del pueblo) decí­an los alquimistas, pues la recompensa que buscaban era la elevación espiritual y no el metal. Tonalidades doradas y la palabra "oro" en los tí­tulos son frecuentes en la producción de Nora. Esa Mina de oro no está situada en lo profundo de la tierra sino en un lugar mucho más escondido, nuestro propio interior. Los destinos más extravagantes no se pueden comparar al bienestar que produce poder llegar a "habitarnos", como dice Nora, a instalarnos en el centro de nuestro ser. Es en ese momento cuando la flor deja de ser bella para convertirse en un el sí­mbolo del misterio de la creación, tal como lo entendí­an los hombre en la Edad Media, tal como la pinta Nora en sus cuadros. Cuenta una vieja tradición budista que el monje que ha llegado a la Iluminación se mezcla con la multitud como uno más, no se hace notar; pero a su paso, el cerezo florece.
Recorrer las obras de nuestra artista implica discurrir con ella en la construcción de un viaje tanto o más interesante que la conquista espacial. El arte puede convertirse en un guí­a y asistente incondicional en este camino y Nora parece demostrarlo con su hacer.