Notas Artistas

El “buen salvaje”
por Cecilia Lis García

de Ilustrador de Chaco, el El Viernes, 22 de enero de 2010 a las 12:25

Las obras de Luciano Acosta responden claramente a varios de los postulados y las bases de los pintores fauvistas. En el recorrido por su producción como artista plástico es fácil reconocer la ejecución libre y personal, encarnada en trazos simples, acompañada por el uso de colores planos e intensos. La tendencia que se revela en forma dominante en sus obras es la de comunicar el mensaje pictórico de la manera más simple posible. Esta intensión de síntesis lo acerca a los fauves también en el estilo de sus trazos, los cuales asimilan símbolos primitivos, provenientes de los pueblos originarios.
Además de esta evocación fauvista de la influencia de lo primitivo y lo salvaje, la paleta de Luciano está compuesta por colores mayormente primarios. La misma aparece reivindicando el informalismo de las formas y el uso decorativo del color aplicado en campos cromáticos planos contorneados por una rotunda línea negra.
El carácter de sus dibujos se define desde la distinción de lo decorativo y de la ilustración tomada como relato. Es esta última acepción la que encaja con la producción de Acosta, en cuanto a su ejecución en series no reproductivas, que mantienen un hilo desde el motivo. Así tenemos las series de Árboles, de Peces del río, de Ángeles, de Ojos, de Aves, de Mamushkas, de Gatos, entre otras. Esto nos ayuda a elaborar una clara idea del conjunto plástico, concentrando la atención en la figura como eje estético de su obra. Cada figura configura el relato del artista a través de la trama de efectos cromáticos que la conforman. Los paisajes son sostenidos por una apelación al trasfondo humano original mediante su invención más espontánea y personal, sin consideraciones al camino trillado de las convenciones académicas de la pintura.
La fuerza de su obra no proviene de nociones acabadas provenientes de escuelas plásticas locales. De base autodidacta, su estética aunque inscripta está impresentada, en continua formación y replanteo. Lo único que permanece es el manejo del color en el dibujo. El dinamismo que brinda a las formas representadas guarda la íntima voluntad de recuperar fuerzas en extinción. Aún así reconoce la interacción y el diálogo permanente de su obra con contemporáneos como Milo Lockett, Juan José Stegmayer y Adrián Pablo Sorrentino, permitiendo visualizar a su obra como un escenario de dispersión, en donde se dan lugar una multiplicidad de respuestas estéticas que dialogan entre sí, abriendo la posibilidad de contemplar la pluralidad de experiencias y revelaciones que nos ofrece la obra de arte por sí misma.