La imagen que circula. Fauna, afiches y erotismo.

La muestra comienza en la calle. Sin público, la imagen se expone a las inclemencias de la vida urbana : la distracción diurna — cada cual tiene sus problemas —, la mirada curiosa — aquel que le sobra tiempo — , el murmullo de una fauna insospechada.

La noche no es reposo. A diferencia de la galería, las luces no se apagan, se multiplican. La iluminación tenue del poste o los faroles que pasan por un carril lejano. El taggeo salvaje copará parte del diseño.

Así y todo, la imagen insiste y se repite. Los afiches son puntos que dibujan una figura abstracta sobre el plano de Buenos Aires. Una figura que desconocemos y que no nos conduce a ningun lado pero que entra finalmente a la galería.

El zócalo de su puerta es un prisma que descompone el afiche. Proyecta sobre los muros sus derivas y encuentros. El bullicio, las luces y las violencias. La calle y el arte no son espacios para lo semejante. En las paredes, la fauna opaca trata de apartarse del hábitat que le fue impreso. El erotismo encuentra el trazo firme de la línea digital. Sus colores no son el resultado de capas y horas de taller como las cosmologías que lo acompañan, sino la sapiencia instantánea de la impresión chorro de tinta.

Queda preguntarnos qué pasará a la salida. La vuelta al atelier, el esfuerzo por encontrar espacio en una colección o la intemperie bien dispuesta a cobijar las obras de arte. La incógnita les devolverá la fuerza de la errancia. Un vitalismo que asoma en las intermediaciones del arte y el espacio más propio de la imagen, la calle .