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lunes 10 de octubre, 2011
Y la nave va… en Mendoza
por Graciela Lehmann
Y la nave va… en Mendoza

En septiembre, el flamante centro cultural La Nave en la ciudad de Mendoza estrenó su faceta de gran espacio expositivo, con la inauguración de una muestra del multifacético escultor Chalo Tulián.

Emplazado en la ciudad de Mendoza, a pocos minutos del centro, el Parque Central ofrece una gran reserva verde que se extiende en los terrenos que pertenecieron al Ferrocarril General San Martín. Pero a medida que el visitante se aproxima al sector sudeste del predio, un imponente edificio industrial sorprende por su monumentalidad. Se trata de un galpón construido en chapa galvanizada y estructura de acero, y un techo tipo Shed, que originalmente era utilizado por la ex Estación de Cargas del Ferrocarril y que, desde diciembre de 2010, funciona como el centro cultural La Nave.

Como ocurre con la mayoría de los edificios ligados a la historia del ferrocarril, sus espacios guardan en el presente, una carga intensa de melancolía. Abandonados y decadentes, perduran como recuerdos latentes de la pérdida de un vehículo esencial de desarrollo urbano y medio de comunicación fundamental para el crecimiento económico y cultural de la ciudades. Sin embargo, resignificar esos espacios puede reactivar nuevas posibilidades y exorcizar en cierta forma esa nostalgia de una pujanza desvanecida.

Algo así ocurre en Mendoza con La Nave, un centro cultural en el que la evocación del pasado se ha vuelto creativa. Y un enorme galpón de 2.200 m2 de superficie cubierta, que se integra a una obra exterior de 5.565 m2, es en la actualidad escenario de actividades culturales de todo tipo, organizadas con un equipamiento tecnológico sofisticado. Se trata de un proyecto impulsado por la municipalidad de la ciudad, durante la gestión 2007-2011.

“La más grande reserva de la imaginación”. Así definió Foucault al “barco” como lugar heterotópico por excelencia, en su conferencia De otros espacios, de 1967. “Pe­dazo flotante de espacio, un lugar sin lugar, que vive por sí mismo, cerrado sobre sí y al mismo tiempo librado al infinito mar”. Con el eco de esta definición del pensador francés y revitalizado como “vehículo” cultural, La Nave estrenó el 2 de septiembre su nueva función de centro expositivo para exhibiciones de artes plásticas, con La mesa donde desayunó Mandinga, del escultor Chalo Tulián.

Un artista que modifica el espacio
Maestro de varias generaciones de estudiantes, trabajador incansable, artista versátil y personaje querido, “el Chalo”, que nació en San Juan pero vive en Mendoza desde hace años, hizo que la inauguración de la primera muestra en La Nave resultara doblemente emotiva. Por un lado estaba la satisfacción de recuperar un espacio para la comunidad, a través del flamante centro cultural, y por otro, la posibilidad de encontrarse con el profesor que tocó y modeló la vida de muchos de los lugareños que pasaron por sus aulas y que estuvieron presentes en la noche de la inauguración.

En este sentido, teniendo en cuenta las huellas que ha dejado en Mendoza, a través de su trabajo creativo y docente, Chalo Tulián era, para los organizadores de la muestra, el artista ideal para esta primera propuesta expositiva en La Nave. “Algunos artistas modifican los lugares en los que están. En realidad este lugar hubiera sido otro: Mendoza, la universidad y los que estamos acá. Todo hubiera sido diferente sin el Chalo. Su paso fue fundamental y creo que eso pasa con algunos artistas, que modifican el medio”, señaló durante la inauguración Laura Valdivieso, cuya vida también fue tocada por el artista, y hoy es directora del Museo de arte Moderno de Mendoza y curadora de la muestra.

Travesía por la muestra
En el marco de la exposición de Chalo Tulián, al recorrer la explanada exterior de La Nave reciben al visitante una serie de piezas de gran formato. Son esculturas de hierro soldado, enormes seres ondulados que anticipan y sintetizan dos aspectos presentes en toda la muestra: la gran solvencia técnica del artista y su exuberante imaginación ligada a la cultura popular y al mundo de los sueños.
“Después de muchos años comprendí que conviven dentro de mí, como en toda la gente, un ángel y un demonio”, dice Chalo Tulián. Esa dualidad se multiplica en otros aspectos que se materializan en las 50 obras que integran la muestra: la vigilia y el sueño, la vida y la muerte, la brutalidad y el reposo.

Al ingresar a la sala principal todo es inmenso. El espacio se vuelve una gran instalación, un escenario de techos altísimos, en el que las esculturas aparecen dispuestas como personajes, iluminados con intensas luces, que junto a la música, acompañan el recorrido y lo hacen una experiencia dramática, casi teatral.

Las obras se estructuraron en tres capítulos: la serie de las mesas, las serpientes y las víboras. En el primero, los objetos aparecen como seres animados que sufren perforaciones, cortes y diversas intervenciones para contar historias. Una idea que subyace es la del sacrificio, pues la mesa, que en sentido corriente evoca el ágape comunitario, puede volverse también un lugar ritual o una víctima de misteriosas ceremonias. Algunas de las piezas son acompañadas por videos que muestran actos preformáticos protagonizados por el artista y conforman una experiencia interdisciplinaria. El otro núcleo temático es el de las obras que Chalo Tulián divide en dos grupos: las serpientes (que son de madera) y las víboras (que son de hierro). Se trata de piezas sintéticas, cargadas de la densidad simbólica que suponen estos seres que, como señala Jung, encarnan el psiquismo oscuro, lo raro, incomprensible o misterioso.

Vital, intensa y vigorosa, como la naturaleza, la obra exhibida en la muestra inaugural de la Nave, representó en cierta forma, según el artista, una vuelta a sus orígenes, además de materializar su asombrosa capacidad transformadora sobre la materia.

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Info
Nave Cultural, Av. España y J. A. Maza, Ciudad de Mendoza