News Argentina

jueves 14 de julio, 2011
54º Bienal de Venecia
Iluminaciones, entre Giardini y Arsenale
por Diana B. Wechsler, desde Venecia
54º Bienal de Venecia

Ilumi naciones es el tema que eligió la curadora general de la 54º Biennale di Venezia, Bice Curiger. Un tópico am­plio, que pensado desde la historia de las imágenes ha formado parte de la preocupación de artistas de distintos tiempos y lugares.

La luz como problema de representación, como metáfora, como subrayado de ideas o conceptos, co­mo alumbramiento en el sentido benjaminiano, entre otras posibles apropiaciones está situada en la base de esta bienal. También se incluye la intención de jugar con el problema de lo nacional, con lo que se expande aun más la propuesta. Sin embargo, no todos los pabellones se hicieron eco de esta invitación, ni todos los que la tomaron lograron los resultados más felices. Ambas condiciones permitirían afirmar que no es esta una de las mejores ediciones de la bienal de mayor trayectoria. Lógicamente una muestra de esta vastedad no puede me­nos que ser desigual, por ende, junto a presentaciones de interés dispar aparecen otras propuestas que merecen un análisis más o menos detenido.

Italia se presentó en la zona de Arsenale Lo Stato dell’ Arte nel 150º dell’Unità italiana selección realizada por los “más significativos intelectuales de la Italia contemporánea” más la selección dada con irónica consigna L’ arte non é cosa nostra. Los espacios se poblaron de una forma muy cercana a una feria escolar, abandonando tanto la lógica del site specific, como la posibilidad de organizar algún tipo de narración a partir de la piezas seleccionadas, algo que habría superado la sensación de estar ante un conjunto que simplemente mostraba, o pretendía mostrar, “lo mejor de cada casa”. Finalmente, cabría pensar que la afirmación con la que se tituló la selección de arte italiano efectivamente era cierta, ya que la muestra se aleja en mucho de las mejores tradiciones del arte italiano tanto del pasado como del presente. Por fortuna, se exhiben otros trabajos destinados –en este panorama- a contrariar esta situación: los Tizianos elegidos para abrir la exposición del Pabellón Central en Giardini, así como la actualización de la intervención de Maurizio Catelán con las más de 200 palomas embalsamadas, o la exposición colateral de Pino Pascali, por ejemplo.

Por otra parte, propuestas como las de los pabellones de Francia, Alemania, Egipto, Bélgica, Hungría, Israel, Gran Bretaña, Estados Unidos, Chile y Argentina, más exhibiciones paralelas como la de la colección Sonnabend en las salas de la Fundación Peggy Guggenheim, la exhibición de miradas sobre el mediterráneo y la The Future of a Promise que reúne obra de artistas de los países árabes, resultan de interés. Con ellos, las muestras del Palazzo Grassi, la de las salas de la Punta della Dogana y la del Museo Fortuny reconfirman presencias de calidad en el marco de la bienal.

La instalación de Christian Boltanski, Chance, ocupa íntegramente el pabellón francés. Su emplazamiento permite al espectador transitar el espacio tan libremente como el recorrido que las estructuras tubulares que soportan la cinta sinfín de rostros de recién nacidos lo permite. El azar aparece como el concepto elegido para ordenar los destinos de la vida. Una controvertida propuesta que pone en cuestión la condición humana. Frente a este pabellón, el de Gran Bretaña convoca al público con una instalación de otro orden que lo lleva a tener que detenerse en extensas filas. Una serie de espacios ajenos, un paisaje urbano de arquitectura precaria, abigarrada que contradice el exterior de un monumental historicismo arquitectónico son parte de la obra de Mike Nelson. Se recrea un escenario de medio o­riente en una reelaboración del trabajo presentado en 2003 en la Bienal de Estambul. El recorrido es tortuoso, está precedido por varias advertencias de seguridad y controlado por cuidadores que regulan el tránsito del público algo que incomoda y termina convirtiéndose en parte del trabajo tanto como lo es la fluidez con la que la obra de Boltanski invita a ser recorrida y pensada. Cerrando la tríada en esta zona elevada de los Giardini, el pabellón alemán. Aquí, la instalación de Christoph Schlingensief convirtió el espacio en iglesia. Retomando acciones de Fluxus revisa, entre otras cosas, la cuestión de la sacralidad del arte. Desde la intervención en la arquitectura, en el tímpano donde está tallado Germania sobre lo que se graffiteó “EGO” sobre el prefijo “GER” (resultando EGOmania), pasando por la inclusión de una segunda instalación a la que se accede por uno de los laterales del pabellón, donde se exhiben algunos de los proyectos que ligaron a Schlingensief con comunidades de Burkina Faso, el trabajo del fallecido artista alemán ofrece una revisión sobre el concepto de nación, identidad y diversidad cultural.

Entre tanto, la presentación de Chile rescata huellas de desastres naturales; la de Bélgica con la obra de Vergara ilumina a partir de su sugerente video-collage de imágenes intervenidas por el gesto de un pincel, los pecados capitales; la de Egipto recoge y rinde homenaje a la vez a los protagonistas del levantamiento de febrero pasado; Hungría revisa de manera paródica la relación entre deseo y consumo con la instalación de Németh; Israel, paradógicamente invita, con el trabajo de Sigalit Landau a reflexionar sobre el suelo y los sueños de los hombres; Argentina, por su parte, inunda con la instalación site specific de Adrián Villar Rojas, con curaduría de Rodrigo Alonso, el espacio asignado en un tramo de los Arsenales. Poderosas columnas de arcilla ahogan deliberadamente el espacio empequeñeciéndolo para generar una sensación de extrañamiento ante estas moles de fragmentos encastrados, de piezas que reconocen distintas tradiciones y juntas iluminan algo así como la memoria de un mundo perdido, o por venir.

Un panorama inevitablemente fragmentario, dado el límite de esta nota, así como el que viene dado por la experiencia singular del recorrido, se completa con el auspicioso anuncio del convenio por el cual nuestro país recupera un espacio permanente dentro de la Bienal, algo que se había perdido durante la última dictadura militar y que las gestiones de la dirección de cultura de la cancillería consiguió recuperar. En fin, más allá de las disparidades entre unas y otras presentaciones, todo evento que invite a la observación, la reflexión, la polémica, merece ser visitado.

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Anuncio de Boltanski en la Bienal
En la conferencia de prensa del 2 de junio pasado, en el Pabellón Francés de la Bienal de Venecia, Christian Boltanski al ser consultado acerca de sus proyectos futuros, señaló su presentación en 2012 en el MUNTREF, Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero que, bajo la dirección de Aníbal Y. Jozami y con la colaboración de Diana B. Wechsler, desde hace ya un año, trabajan para este proyecto que ofrecerá la oportunidad de ver por primera vez en la región la obra de este artista clave dentro del debate estético político contemporáneo que en noviembre próximo visitará la UNTREF y comenzará a desarrollar algunas actividades.