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jueves 2 de septiembre, 2010
Enio Iommi
El desafío del arte
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Enio Iommi

Esculpir una idea, modelarla con el pensamiento, recuperarla del material inerte, trabajarla, sacudirla y golpearla; hasta que ésta cobre vida y que se desentienda de su creador para aventurarse en la provocación del otro, emocionar al espectador y cumplir, así, con el mandato sagrado.

Enio Iommi (1926) nació escultor y mamó el arte de las entrañas de su familia rosarina. De su padre Sergio Girola, heredó el oficio de la forma clásica forjada a cincel; de su madre María Iommi, precursora de la confección de la primera capelina en nuestro país, el vuelo y la libertad; de su hermano Claudio Girola, el carácter anticonformista y contestatario; y de su tío Godofredo Iommi, la poesía.

Decidido a diferenciarse de su hermano, también escultor, comenzó sus estudios de pintura y fue justamente éste, junto a Alfredo Hlito, Tomás Maldonado y Jorge Brito, quien le aconsejó no ingresar a la Escuela de Bellas Artes por considerarla anacrónica y “le salvaron la vida” pues, como aún hoy sostiene de manera contundente: “No hay que temerle a las ideas”.

Con apenas diecisiete años y muchas nuevas ideas, participó de reuniones en le Bar Rubí de Plaza Once junto a los jóvenes pintores y poetas que publicaron la revista Arturo, de artes abstractas. Realizó su Primera pintura concreta sobre linóleo e integró el grupo Arte Concreto-Invención junto a su propio hermano, Hlito, Raúl y Tomás Maldonado, Lidy Pradi, Rafael y Raúl Lozza, Kosice y varios otros. El grupo expuso por primera vez en el Salón Peuser de la calle Florida con gran revuelo por parte de los críticos y del público, quienes al no comprender la nueva estética, hicieron graffitis en las obras provocando el cierre de la muestra.

Interesado en experimentar con el espacio mismo, Iommi abandona la pintura y comienza a trabajar en un conjunto de relieves abstractos y geométricos y realiza su primera escultura concreta, Direcciones opuestas. A partir de este momento su desafío consiste en apropiarse del espacio circundante e integrarlo como elemento plástico, utilizando para este propósito la línea. Se trata de obras realizadas con varillas metálicas a las que le agrega color. La siguiente etapa llega al incorporar el plano y utiliza para ello chapas de aluminio, que recorta y retuerce generando mágicos espacios ondulantes que atrapan la mirada del espectador.

A partir de 1977, la vida y el acontecer nacional lo enfrentó a un nuevo desafío: respetar su misión de artista y, como tal, reflejar la sensación de barbarie que se vivía en esos días. La respuesta la encontró en el material y, para realizar la primera obra de esta época, Algo le sucedió al cubo, utilizó madera y brutales adoquines atados con alambre. Fiel al concepto espacial de la escultura y al grito que necesitaba manifestar, empleó materiales “pobres” -alambres retorcidos, latas oxidadas, trapos deshilachados, botellas rotas y neumáticos deshechos- en inhumanos ensamblados que se internaban en este nuevo espacio: el espacio dramático.

La vuelta a la democracia volvió a plantearle un cambio y fue, nuevamente, el material el que le dio la oportunidad de expresarse. A partir de ese momento su aventura artística optó por un camino totalmente irónico. Primero, fueron elementos de uso cotidiano, una cafetera o una cacerola a las que cercenó y abrió, para mostrar el espacio esencial y exhibirlas en un escenario diferente sacándolas de contexto. Luego, y con la llegada del nuevo milenio e incorporando ese humor ácido que lo caracteriza, utiliza objetos plásticos, coloridos y banales como materia prima de sus obras y con las que denuncia la vulgaridad omnipresente en nuestra sociedad. La obra más reciente, El altar cada día más duro, -en el que conviven muñecos que trepan, estereotipos de belleza y sirvientes que ofrecen en bandeja cabezas de niños-, refleja su preocupación por la insensibilidad que demuestra hoy el ser humano.

Esta es la primera vez que Iommi se emociona frente a sus obras y es que “cada una de ellas fue elegida por dos excepcionales críticas, Elena Oliveras y María José Herrera” -curadoras de la muestra- “y, cuando un artista pone sus creaciones en manos de profesionales, éstas toman otra dimensión”. La muestra, desarrollada en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta nos permite sumergirnos en un capítulo imperdible de nuestra historia del arte.

Enio Iommi es un artista joven, con siete décadas de trabajo, que comparte con otros artistas jóvenes su pasión por el arte; un pensador inconformista que cada día está dispuesto a arriesgarse por su ideal.

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Info
Hasta el 11 de novimembre
Centro Cultural Recoleta (Sala Cronopios),
Junín 1930