Nota publicada online

jueves 30 de julio, 2015
Pruden, Girón, Minolitti, Raitteri y Jorge Caterbetti.
Muestras destacadas en el Centro Cultural Recoleta
por Marina Oybin
Pruden, Girón, Minolitti, Raitteri y Jorge Caterbetti.

Hasta el domingo 2 de agosto se pueden visitar en el Centro Cultural Recoleta las muestras de Pruden, Girón, Minoliti, Raiteri y la instalación de Jorge Caterbetti. 

Con impecable montaje, en la sala J se exhibe Auto retro, de Deborah Pruden. La muestra reúne óleos claves del período 2005- 2014. Con sello subjetivo, la artista rompe con la geometría pura y dura. Se anima al blanco y a los colores pasteles. En ese límite difuso entre figuración y abstracción, hay bodegones con impronta cubista y objetos pintados con síntesis absoluta, sin buscar realismo. Sus óleos son lúdicos, frescos, despojados.

 

Para Ejercicios con el modelo terrestre (sala C), Mónica Girón investigó la forma de los continentes, la tecnología social de control y las estadísticas de población. Con montaje museográfico, la muestra incluye dibujos, esculturas, instalaciones y un video. Cuenta la artista que al investigar en la web descubrió que casi toda la información disponible sobre los continentes provenía de datos aportados por la CIA. Hay en la muestra un gráfico con estilo Bahuaus, representaciones de los continentes hechas con piedra y parafina donde la textura es exuberante, y bellos “mundus” de cuero rústico de siervo, vaca y chivo que son “protoformas de mapas”. Un video filmado con un dron nos acerca al mundo visto desde las alturas. En los mapas, la artista juega con los conceptos de centro y periferia: cambia el lugar de Europa (que siempre se representa en el centro) y de América Latina.

 

Mónica Girón

AMIA. 21 años sin justicia se compone de dos muestras: Memoria ilustrada, de BS AS Stencil, y El carro de la memoria, una instalación del artista Jorge Caterbetti con curaduría de Elio Kapszuk.

Memoria ilustrada (en la sala 12) es un emotivo stencil realizado por el colectivo BS AS Stencil. Se trata de un homenaje a las víctimas y los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA. Desde hace 15 años, BS AS Stencil comparte su arte en las calles de Buenos Aires. “Nos interesa comunicar. Sintetizar ideas en una sola imagen. Lo importante es la obra y lo que queremos transmitir, por eso no firmamos nuestros trabajos: no nos interesa poner el foco en nuestro ego”, dice G.G., uno de los integrantes de este colectivo artístico.  

El carro de la memoria (en el Microespacio) es una instalación con un video que el artista Jorge Caterbetti hizo con cientos de expedientes de la causa AMIA. En el centro de la sala, hay un precario carro medieval cuyas ruedas están hechas con el papel de los expedientes. Junto a estudiantes de distintas escuelas, el artista convirtió las fotocopias de los expedientes en ruedas de papel. Creó un carro de la memoria hecho con copias de la causa AMIA. Un carro que deberá moverse por su propia causa. “La obra busca parar el trabajo corrosivo del olvido y generar a través del arte un reclamo de justicia”, diceElio Kapszuk, curador de la muestra.

En la sala Prometeus, se exhibe Playpen, de Adriana Minoliti. A partir del pasado del Centro Cultural Recoleta como convento, la artista recrea un dormitorio colectivo. Minoliti crea una singular arquitectura con tarimas que funcionan como camas, acolchados con estampados de dibujos animados de Hanna-Barbera intervenidos, y otros con imágenes de casas de muñecas. La artista revierte el espacio tradicional y crea un dormitorio colectivo y, al mismo tiempo, una arquitectura alternativa. Sus collages digitales y videos, con imágenes de diseños de Mondrian y dibujos animados, tienen mucho de trabajo con photoshop de los noventa, pixelado: se descubre la huella del hombre.  

También partiendo de la arquitectura del CCRecoleta, en este caso en la actualidad, Visión dual es el site specific de Inés Raiteri (en la sala 9). La artista recorrió el CCRecoleta y, a partir de las formas arquitectónicas fundamentales del edificio, hizo esta intervención en sala. Con colores primarios y vibrantes, logró un gesto intenso, hipnótico. Un singular paisaje urbano.

En la sala 11, Federico Bacher presenta Autoextinción. A partir de un escaneo digital de un boceto, Bacher hizo una escultura de un gran rinoceronte negro muerto. Se trata de una muestra- homenaje de carácter proteccionista. Cuando supo que sólo quedaban en el mundo unos cinco rinocerontes de esta especie y que la mayoría había muerto en manos del hombre, el artista pensó este site specific que incluye pinturas y una gran escultura del animal realizada con 700 kilos de yeso y fibra de vidrio. “Borrar de la faz de la tierra una especie es irreversible. Somos responsables de esta acción en contra de la naturaleza. El rinoceronte negro, enorme animal con reminiscencias prehistóricas, habita el planeta mucho antes que nosotros”, dice Bacher.

En la sala 10 se exhibe la instalación audiovisual de Ramiro Quesada Pons. Se escucha el sonido del martillo. Retumba. Invade el pasillo. En loop infinito, en una gran pantalla un martillo golpea incansable un tomate sin hacer daño alguno. Quesada Pons indaga en los efectos de la publicidad: en esa singular capacidad de crear mundos ficticios, adorables. Siempre bellos y alegres y, al tiempo, siempre falaces. Engaños que se nos meten en los poros y que muchas veces nos hacen distorsionar la realidad.  

Quesada Pons crea publicidades que no venden nada, pero que exponen sutilmente mecanismos de idealización y farsa. En sus videos no hay cuerpos. El artista crea pequeñas maquetas con plastilina y luego toma fotografías a gran escala: el resultado es impactante. Falsea, exagera la realidad, usa la fotografía como artificio. Y vuelve a poner el foco en el mecanismo que impera en la publicidad. Con colores vibrantes y síntesis extrema, su video instalación es una joyita.

En Ahora debe estar ocurriendo lo mejor, pero me daré cuenta más adelante (sala 8), Isabel Peña exhibe sus pinturas, al tiempo que transforma la sala en su nuevo taller. Mientras dure la muestra, la artista invitará a músicos, dramaturgos, escritores y bailarines. “Vendrán a trabajar conmigo colegas y artistas en proyectos ya iniciados y en otros nuevos que irán surgiendo”, señala Isabel Peña. Quienes se acerquen a la sala 8 del CCRecoleta podrán ver a la artista en plena labor.

En la salas 1 y 2, se presenta La casa muerta de Ezequiel Verona. Verona resignifica objetos encontrados en la calle o en corralones de demolición. Las 15 piezas escultóricas exhibidas son como tótems. Los objetos se han vuelto fantasmales. Cuesta intuir en este espacio la presencia humana. Sólo hay muebles, ahora intervenidos por el artista, que integran un diseño sórdido, lúgubre. Verona encontró canillas, un buzón, un altarcito, ventanales, grandes puertas, marcos de retratos. Pero nada es lo que parece a primera vista: las ventanas están obturadas con granito que parece mármol, las puertas no conducen a ningún sitio, los marcos para colocar fotografías familiares y retratos están vacíos: son pura ausencia. Hay en todos estos elementos una negación del espacio. “Me emocionan los objetos que tienen una vida atrás”, dice el artista, que guarda en su taller incontables mueble y objetos hallados en las calles.

En el Espacio Historieta, se puede ver Ella se llama Tersura, de la artista rosarina Florencia Balestra, que reúne cuarenta escenas de la vida del personaje Tersura. La muestra cuenta con la curaduría de Carlos Herrera. “Me interesaron algunos rasgos de Susanita y Mafalda: Tersura tiene mucho de ambas, es dulce, ingenua y reflexiva”, comenta Balestra. Y agrega: “El mundo de Tersura es pequeño, casero. Ella es simple, entrañable, puro amor. Tersura no es linda, pero se siente linda: eso es lo más importante del personaje”.

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