Nota publicada online

lunes 9 de marzo, 2015
Pintura Post Post
en Fundación OSDE
por Pilar Altilio
Pintura Post Post

Un despliegue sin disonancias ni excesos sobre las salas de Fundación Osde nos permite acercarnos a una tradición argentina que nunca bajó la guardia y sigue dando buenos ejemplos.

Es justo un recorrido para ampliar la noción de pintura abstracta desde un punto de enunciación a otros más contemporáneos, en buena armonía de espacios para poder captar las esencias sin la obsesión de abigarramiento o el discurso reiterativo. Ese es el primer valor que despliega la muestra colectiva. El segundo es observar la capacidad del plano de discutir su propia inmovilidad y saltarse en otros soportes, hacia paredes, pisos e incluso activar restos de esas prácticas sobre el plano que pueden abrirse a otros usos.

Importante es ver el papel que se le asigna a un defensor nato de la pintura, Luis Felipe “Yuyo” Noé, quien como maestro de muchos ha sabido no sólo expandir sus proyectos y actualizarlos, como lo demostró cabalmente Rodrigo Alonso en la muestra Noé Siglo XXI, sino argumentar desde unos conceptos bien construidos, la génesis de su proyecto, que resulta tan amplio como para que sus alumnos no sigan una receta visual sino meramente operativa.

La curadora Cristina Schiavi explica en el desplegable que estos artistas “gotean, acarician, arrastran, violentan la materia sin un plan previo” para recuperar el misterio de la imagen y el devenir de su propia temporalidad prescindiendo de la actitud interpretativa. Un plan que seduce actualmente a artistas como Jorge Macchi, tradicionalmente ligado al objeto, ahora abierto a un plan “desnudo” de encuentro con un lienzo. Un plan que decididamente nunca se abandona pues aplica a una pasión primordial, de la apropiación de un espacio con cierto grado de libertad para transformarlo en materia visualmente deseable.

Estas consideraciones se ampliarán en el programa de encuentros programados para el 12 y el 19 de marzo, en el que tanto las breves referencias que emite la curadora como el teórico Jorge Zuzulich, se desplieguen en recorridos y debates para acercarnos a la idea que evidencia esta muestra, la de propiciar el análisis de una práctica a la que se le adjudican dos etapas superadoras, de ahí el título de Post Post. Zuzulich propone -y lo podremos leer en el catálogo on line que publicará en breve la Fundación Osde- que estos se corresponden a las categorías de pintura moderna, posmoderna y post- post.

El gran conjunto de Noé en un sector de las salas es de una enorme singularidad pues conlleva el plan ya pronunciado del artista, donde explicaba por qué debía considerarse pintura como categoría de producción de imágenes sean estas en el plano o en instalaciones, pues el concepto música no hace reparos en sus divisiones y funciona como una noción abarcadora.

Bellas y de cierta fascinación para la mirada son las piezas de Juan Astica, de gran potencia vibratoria, que él señala como producidas a partir de una “matriz procedimental determinada”. Lo mismo el pequeño cuadro de Juan Tessi, apenas una muestra de acoplamientos sutiles de piezas recuperadas en monocromía. El juego de la materia desplegada en Sofía Bohtlingk, que arrastra materiales impensables como el cemento para cargarlo de otro sentido; como la sensación de estar dentro del color en el plano largo de la instalación de Paola Vega que usa muro y cuadros acoplados. El sentido que gana con el breve relato la obra de Hernán Salamanco que parece recortar y traer al espacio expositivo, la alucinante superficie contaminada del Riachuelo, definida como “negra y brillante, hipnótica”.

Vibraciones de una producción constante de cambios como las obras de Carlos Bissolino, capaces de demostrar ese devenir mediante los estados de la materia captados en video, que conviven con los estratos bien acoplados de una producción más tradicional en las obras de Jorge González Perrin y las experimentaciones con minúsculos restos de Delfina Bourse.

Valiosa y necesaria una visita. Osde es un espacio que nos tiene acostumbrados a la producción de curadurías que implican una ampliación de nuestras propias relecturas del arte contemporáneo argentino, participativas y a la vez abiertas, a los disensos y reinterpretaciones, una aportación muy valorable ciertamente.

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