Hay artistas que dejan huella y Miguel Angel Vidal (Buenos Aires, 1929-2009) es uno de ellos. Artista de la abstracción geométrica, padre de la pintura generativa –junto con su colega y amigo Eduardo Mac Entyre- fue también un maestro en todo el sentido de la palabra. Querido y valorado por muchos de los artistas que pasaron por la Escuela de Bellas Artes y que lo homenajearon en la inauguración de la retrospectiva de su obra que se presenta en el Museo Nacional de Artes Decorativas.

Curada por el Arq. Alberto Bellucci y el Lic. Hugo Pontoriero -director y jefe de museología de la institución-, la muestra reúne desde sus primeros dibujos y tintas hasta los últimos acrílicos de gran formato realizados con aerógrafo. Un recorrido que deja percibir una búsqueda a través del arte para alcanzar lo sagrado.

Nacido en el seno de una familia de trabajo, se formó inicialmente en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano  y luego en la Prilidiano Pueyrredón, al mismo tiempo que trabajaba en la Administración General de Puertos. De esa época datan muchos ejercicios plásticos –exhibidos en la muestra- realizados en el revés de trámites judiciales que rescataba de su oficina y usaba como soporte.

De su primera exposición pública, en la Galería Comte de los hermanos Pirovano, la crítica dijo: “Miguel Angel Vidal es mas austero en el manejo de la forma y en su color busca no sólo el lúcido mundo que lo rodea, sino también el clima subconsciente.”

Hacia mediados de los 50´se interesa por los nuevos lenguajes ligados a la abstracción geométrica que llegaba desde Europa al Río de la Plata. Su obra se simplificó y complejizó al mismo tiempo: explora materiales, paletas y principios compositivos, dinamiza las líneas y entabla diálogos entre fondo y figura. Al mismo tiempo que su búsqueda se afianza, sus composiciones se aligeran. En 1960 llega la Primera muestra de Arte Generativo en Galería Peuser, en Florida 750. Una muestra consagratoria para Vidal y MacEntyre quienes, bajo el padrinazgo de Ignacio Pirovano y Rafael Squirru, afirman “Para quienes creían que era todo el haber llegado a colocar un punto o una recta en un plano limitado por sus lados (…) les decimos que nosotros hemos partido del pequeño punto y de esa recta y les hemos dado el movimiento, hemos generado el movimiento”.

A partir de ese momento, sus obras adquieren una sensación de movimiento expansivo provocado por la línea recta repetida y desplazada en el plano de la composición pictórica. Vidal investiga nuevos materiales, yuxtapone tonos, aplica con paciencia zen la pintura en capas o veladuras, traza mallas en papel calco y aplica la pintura con tiralíneas. Sus estudios sobre el color se profundizan; rompe la línea y salta a la tercera dimensión con la creación de cajas de acrílico en las que coloca planos cóncavos y convexos hechos de aluminio -como cintas de Moebius suspendidas-, aprovechando las propiedades de ambos materiales: la superficie pulida y brillante del aluminio y la transparencia del acrílico que reflejan y descomponen la luz.

Luz que es protagonista principal en la serie de tintas sobre papel del Homenaje a Turner, inspirado en su visita a la Tate Gallery de Londres en 1979.

Hacia 1980 su pintura se vuelve mas espiritual y la luz es el eje central de la obra, enfatizada por el brillo de los tonos (serie Lux est Umbra Dei “la luz es la sombra de Dios”).

“La búsqueda de la luz de mi pensamiento concede alas a mi espíritu para buscar la verdadera claridad.”

Como bien define Alberto Bellucci en el excelente catálogo que acompaña la muestra: “Vidal recorrió un itinerario artístico de medio siglo manteniendo su obstinada fidelidad a la abstracción geométrica cuyos límites caminó y exploró con coherencia y en profundidad, generando más que la movilización y sensibilidad de la retina, la movilización y la sensibilidad del espíritu”.

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Lugar: Museo Nacional de Arte Decorativo,

Hasta el 6 de septiembre

Horario: martes a domingos, 14 a 19

Entrada: general, $ 20; jubilados y menores de 12, gratis; martes, gratis