Nota publicada online

lunes 27 de abril, 2015
Marina Abramovic, su paso por Buenos Aires
Una de las figuras más relevantes del arte contemporáneo inauguró BP15
por Marina Oybin
Marina Abramovic, su paso por Buenos Aires

Marina Abramovic, una de las figuras más relevantes, polémicas y atractivas del arte contemporáneo, dio una conferencia de la que participaron 700 personas y fue seguida por streamming por 1.400 computadoras, muchas de ellas desde aulas y escuelas de arte. Del workshop realizado en el Centro Cultural de Experimentación de la UNSAM participaron 1.240 personas el primer día y 1.384 el segundo. Allí, el público local pudo experimentar el “Método Abramovic”.

Las miradas no pueden apartarse de esta mujer bellísima, reflexiva, luminosa. La performer más radical de los últimos cuarenta hizo pie en Buenos Aires. En la conferencia de prensa, en el hotel donde se hospeda en Puerto Madero, cuenta que se la pasa entre aviones y hoteles. A veces no recuerda si acaba de pisar Tokio o Madrid. Su ritmo de trabajo es “militar”. No exagera.   

Graciela Casabé, directora de la Bienal de Performance, Lynsey, asistente de Abramovic, Marina Abramovic y Andrea Giunta, directora del centro de experimentación de la UNSAM.
Marina Abramovic en la conferencia de prensa inaugural

En un ritual doloroso, Abramovic caminó la Muralla China para reencontrarse con el artista holandés Ulay, su pareja y compañero de performance por años, solo para decirse adiós. Con una hoja de afeitar, se cortó una estrella en el vientre. Se estrelló contra una pared. Se expuso durante siete horas dejando que el público manipule su cuerpo: “Aprendí que si se deja la decisión al público, te pueden matar”, confesó luego la artista. Perdió el conocimiento varias veces: en una oportunidad en medio de una performance con fuego.

“Al principio, busqué confrontar con el miedo al dolor, al sufrimiento y a la muerte”, afirma. Y agrega: “En los primeros tiempos usaba la energía del público para empujar los límites tan lejos como podía. Ya no le tengo miedo al cuerpo, pero la mente es algo muy difícil de comprender. Usamos solo el 33 por ciento del cerebro, no tenemos ni idea de lo que sucede allí: por eso, ahora me estoy enfocando en la mente”.

En “The Artist is Present”, en el MoMA de Nueva York, Abramovic pasó 750 horas (8 horas diarias durante 3 meses) sentada frente a frente con el público, desatando las emociones más impensadas tan sólo con su mirada, sin moverse, sin levantarse de la silla durante esas horas. La artista vio pasar a unas 850 mil personas. Muchos acamparon afuera del museo para ocupar esa silla vacía. A muchos, cuenta la artista, esa experiencia les cambió la vida.

“Tuve que lidiar con un dolor tan profundo que pensaba: si no cambio de posición, me voy a desmayar. Y se convertía en algo tan intolerable que pensaba: OK me voy a desmayar, desmayate”. Y ahí es cuando sucede algo increíble: el dolor desaparece y uno empieza a tener una experiencia extracorpórea, algo que nunca había experimentado antes. Es ahí cuando me puedo concentrar en los otros”, explica la artista.     

Para la performance en el MoMa primero tuvo que generar una especie de vacío, liberado de dolor: “Terminé experimentando algo que puede sonar en términos religiosos: pero realmente percibí un amor incondicional por esas personas. No podía creer la soledad y el dolor que muchos de ellos tenían”.

Marina Abramović The Artist is Present Performance 3 months The Museum of Modern Art, New York, NY 2010 Photography © Marco Anelli Courtesy of the Marina Abramović Archives

Abramovic experimenta y explora los límites de su resistencia mental y física, y la del público. Con su cuerpo como herramienta, la artista serbia examina la relación entre el performer y el público. Poniendo el foco en la transformación emocional y espiritual, resiste el dolor  y el cansancio extremo.

“La performance es una forma artística viva, en la que se percibe una energía inmaterial”, dice. “La performance tiene un poder transformador tanto para el artista que la ejecuta como para el público”.

En el worshop en Buenos Aires se trabajó con el “Método Abramovic”. La performer Lynsey Ryan Piesinger, su asistente, explica que “busca generar una situación en la que el público pueda experimentar qué significa prepararse para hacer esta transformación de la consciencia”.

Y eso se sintió con intensidad en el workshop que Marina Abramovic, la diosa de la performance, dio en el Centro Cultural de Experimentación de la UNSAM, en Almagro. Algunos hicieron la fila desde las 4 de la mañana. Apenas llegamos nos hacen dejar en el locker celular, reloj, notebook y cartera. Nos entregan unos auriculares que bloquean cualquier sonido. En silencio absoluto, hay que obedecer y seguir las consignas, dejarse dar la mano y acompañar por los ayudantes de Marina. Simples actividades que en la vida cotidiana pueden resultar alienantes devienen ritual artístico compartido. En la sala hay unas 300 personas. Algunos se miran a los ojos, hay parejas que se abrazan, algunos lloran, una chica está en el piso en posición fetal. Un chico abraza indefinidamente a una ayudante del workshop.

De impecable negro, Marina está en la sala: camina, observa. Una mujer la mira a los ojos. Se quedan así un largo rato. Luego se levanta y le da la mano, la acompaña a sentarse en el sitio donde ella estaba. La mujer complacida, calma, la sigue. Entré al gran galpón de Almagro a las 10 de la mañana: me dejé llevar por el chico de ojos azules, acompañar en la caminata, arropar en un camastro. Más tarde, fui al locker. Miré el celular: habían pasado tres horas. Jamás imaginé que había trascurrido ese tiempo. Les aseguro que fue una experiencia inolvidable: todos los que estuvimos allí, sin mediar palabra, conformamos una gran obra, en absoluta introspección y, al tiempo, en armonía con el resto.   

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