La palabra samsara significa en algunas doctrinas orientales como el budismo y el taoísmo el ciclo repetitivo del nacimiento, la vida, la muerte y el renacimiento, y se lo representa con la forma de un círculo o rueda. 

La escultora argentina Ana Lizaso se apropia del término tanto por el empleo de formas circulares como por los términos de dicha cosmovisión que parecieran latir en sus trabajos. Pero esta explicación es tan solo una de las tantas posibilidades a través de la cual podemos ingresar en su obra. 

Lo primero que observamos frente a sus esculturas son formas geométricas hechas con chapa y madera, recubiertas con pintura industrial de colores planos entre los que predominan los primarios, secundarios, gris y blanco. Rápidamente pensamos en una filiación con la abstracción geométrica, el minimalismo e, incluso, el cinetismo. Pero la artista se sirve de estas corrientes para hacer una propuesta personal y distinta a cada una de ellas.  

En sus obras no todo es tan evidente como parece en un primer momento. A esto contribuye también cierta expansión y contracción de las esculturas en el espacio por el ocultamiento y la aparición de algunas de sus vistas según nuestra posición como observadores. En Samsara gris, por ejemplo, con círculos que rodean a un eje, de acuerdo con el lugar en el que nos situemos veremos más o menos círculos y nos parecerá la obra más extensa o estrecha. Por lo tanto, no hay un punto de vista privilegiado, lo cual enriquece la dinámica entre la obra y el espectador y genera cierta ilusión de cambio, a pesar de la inmovilidad de la pieza.

“Soy absolutamente intuitiva en lo que sale, no es racional ni buscado. Por lo general, me cae la idea y empiezo a dibujar croquis o me aparece una forma, que siempre es geométrica, y la paso a la maqueta”, explicó la artista a Arte online. 

La actual muestra en el Paseo de las Artes del Palacio Duhau (Av. Alvear 1661) permite recorrer - hasta el 19 de marzo inclusive- los últimos dieciséis años de su producción a través de más de treinta obras, todos los días durante las 24 horas. 

En la escultura Por cada vuelo una trampa vemos largas varillas de colores. Cada una perfora el espesor de un triángulo. Podemos imaginar que las varillas son flechas que impactan en las alas de uno o más pájaros y preguntarnos si cada flecha proviene de una misma mirada, si son varias miradas que coinciden en una misma acción, y cuáles son las consecuencias de esa acción. 

Hay en las obras de Lizaso una remisión a cuestiones existenciales, esenciales, como lo ponen en evidencia ésta última y la noción de samsara que se mencionó al principio. Al respecto, allí están sus abismos verdes, azules, anaranjados, rojos, violetas, a la manera de murallas en miniatura con entrantes y salientes, ubicadas de a pares y enfrentadas como formando un camino que delimitan. Ya la palabra abismo ofrece todo un panorama de posibles interpretaciones. En su momento, Lizaso lo relacionó con el abismo económico, “el quiebre social entre quienes tienen millones de dólares y cada vez tienen más, mientras que hay sociedades que no tienen ni para comer, lo cual es atroz”, dijo la artista.  

En la presente exposición están, asimismo, sus Tramas y entramados de gran belleza, los Bichos, los círculos concéntricos, las Columnas, y las Miradas, que constituyen distintas series de obras. Y en todas subyace un entrelazamiento de formas, estructuras, colores, que intentan una unión pero sin perder su individualidad, remitiendo a una dialéctica entre lo particular y lo general. Una muestra que es toda una invitación para no perderse.

+ sobre la artista: Lizaso fue invitada a participar en el Premio Trabucco, que otorga la Academia Nacional de Bellas Artes, en 2002, 2004 y 2007; obtuvo también el Premio a la Creatividad del Fondo Nacional de las Artes (1998); el Segundo Premio del Salón Nacional (1996); y el Premio del Museo de Arte Moderno (1996).

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