Nota publicada online

viernes 8 de abril, 2011
El taller Sur
por Por Alberto Delmonte
El taller Sur

La denominación “taller” pretendió y pretende ser algo más que el mero significado etimológico de la palabra: Taller.
Como suelen decir que soy constructivo voy a explicarlo como una construcción.

Por eso, comienzo diciendo que Taller Sur es como un edificio que se levantó sobre una serie de pilares.

Hace más de 30 años advertíamos que el mundo de la creación contemporánea, comenzaba a pivotear sobre una serie de supuestos que con el correr del tiempo quedaron institucionalizados:
La supremacía de la actividad inconsciente y el descrédito desmedido de todo lo racional.
La preponderancia de la dimensión lúdica del arte por sobre una visión capaz de percibir las relaciones de significación y edificar estructuras. La exigencia de la novedad por sobre la maestría en el hacer. La ruptura con el proceso histórico y por extensión la desfundamentación de la tradición plástica.
Así las cosas, son una consecuencia inevitable, el arte considerado sólo como expresión personal y la consecuente desvalorización del aprendizaje, de la disciplina, del esfuerzo, de la capacidad técnica. Se cree que las técnicas pedagógicas cortan las posibilidades creativas o expresivas. Error: esas técnicas las hacen posibles. El aprendizaje de técnicas fue siempre un instrumento de liberación de la expresión, el acceso a un lenguaje imprescindible para la comunicación humana.
En el lenguaje se esconde la facultad del hombre para dar testimonio de sus pensamientos y creaciones del espíritu.
Aprendemos nuestro alfabeto letra por letra y después las combinaciones de letras y sonidos a los cuales llamamos palabras, que serán las representantes de las cosas, ideas o acciones. El paso final para el logro de la alfabetidad verbal implica el aprendizaje de una sintaxis que establece límites constructivos. Cuando dominamos todo esto nos es posible leer y escribir; expresar y comprender la información escrita. Pero atención, solo llegamos a este nivel de simple realización correcta y comprensión de mensajes escritos. Es que el saber leer y escribir no incluye la necesidad de una expresión más elevada, la realización de novelas ó poesías.

Aceptamos que la alfabetidad verbal es operativa a muchos niveles, desde mensajes simples a formas artísticas cada vez más complejas. Pero todo este desarrollo que nadie discute y todos aceptan para el lenguaje verbal, trasladado al lenguaje plástico sobreviene la desconfianza y el descrédito actual.
Por qué hemos heredado para las artes visuales una devoción inconfesada por el "no-intelectualismo", por la libre improvisación, por el "no paciente estudio”...?
Sin embargo, el lenguaje visual existe y por lo tanto existen elementos básicos que se pueden conocer y comprender, sean artistas o no. Y por lo tanto también existe una sintaxis visual. PRINCIPIOS GENERALES de organización.

Cualquier acontecimiento visual es una forma de contenido que esta alimentado también por la significación de las partes constituyentes como pueden ser el color, el tono, a textura, el espacio, la proporción, la estructura. Entonces digamos que, la caja de herramientas de todas las comunicaciones visuales son los elementos plásticos básicos, la fuente de los mensajes visuales.
Conscientes de todo esto, pusimos un primer pilar, dando origen así a un taller que posibilitara el conocimiento de una responsable instrumentación plástica del lenguaje plástico.
Un maestro del Río de la Plata decía más o menos esto:
“... es particular la forma de iniciarse en las artes plásticas. Avanza más el discípulo que junto a un artista estudie, analice, confronte obras de diferentes escuelas que si pasa la vida leyendo obras teóricas... máxime porque el hecho plástico no es traducible a conceptos literarios. Lo esencial no lo es. Como explicar qué es calidad, tono y armonía. Todas las mejores y más aproximadas imágenes literarias quedan muy lejos de la realidad esencial”.
Es que en arte lo indispensable es calar hondo. Lo que dice un hipogeo egipcio, un templo precolombino, una catedral gótica o una pintura románica catalana es infinitamente más sutil que lo que allí se presenta ante nuestros ojos, ante nuestra razón.
“... de aquí deriva la importancia de los talleres, en los cuales conviven discípulos y maestros. El aprendizaje del arte se hace ‘por contacto’.”
Y entonces, pusimos el segundo pilar.
Un día cayó en nuestras manos una hoja doblada en dos titulada: “Forjar una cultura propia” era de A. Haber. Allí decía “existen varias formas de reprimir la cultura de un pueblo. Una de ellas es pretender la universalización de los lenguajes artísticos. El arte, la cultura se universaliza cuando el lenguaje individual llega a hablarle a todo el mundo. Integrarse a la cultura universal sin aportar algo que sea propio, no es integrarse, sino desaparecer.”
Estas reflexiones se unieron a ese mirar a América de los últimos años de Torres García, de nuestro Gambartes, de antropólogos argentinos singulares como lo fue el recordado Guillermo Magrassi. También la fecunda labor arqueológica del maestro Rex González, o los textos de Rodolfo Kusch.
Y así llegó el momento de poner el tercer pilar.
Cuando observamos la obra del Taller Torres García, sus más de 500 conferencias, peleando por sus ideas fuerza, enseñando a sus discípulos, editando libros. Advertimos que este ejemplo faltaba entre nosotros. Que aquí había escuelas de arte y acciones individuales pero no un singular hecho colectivo. Entonces, sentimos que debíamos intentar aquí –salvando las distancias- un esfuerzo similar en conciencia, trabajo y sueños de utopías deseables. Y entonces fue cuando sobrevino para afirmarnos en esta idea, la lectura de su libro “Lo aparente y lo concreto en el arte”.
En su primera parte dice más o menos esto:
“... La representación de un centro cultural intenso puede contribuir mucho al desarrollo mental, porque los espíritus más despiertos, atraídos por ese centro no solo acuden a el sino que se juntan con otros y en el intercambio y choque de ideas estas no solo se aclaran y fortalecen sino que también despiertan otras, que quizás permanecían dormidas”...
Y de este modo, llegó el momento de colocar el cuarto pilar.
Pero para que esto ocurriera, y creciera como idea fuerza comprendimos que no bastaba con estudiar un oficio, un lenguaje. Se debe el hombre formar si es que ambiciona crecer. Dicho brevemente SER para HACER. Al fin de cuentas, cuando el tiempo pasa ocurre que lo importante para un hombre... (Y eso es lo que nos enseña un poeta como Luis Alberto Quesada), lo importante “ es no ser un titiritero que da codazos para llegar al primer puesto, sino ser... (Simplemente ser)... llevar en la sangre las convicciones y continuar siendo uno mismo, sin traicionarse, ni traicionar a los demás”. Comprendimos que no solo se debe trabajar sobre las obras sino que hay que hacerlo también sobre uno mismo.
El resultado debe ser una unidad. Ética y estética deben andar juntas por la vida.
Y fue el tiempo de poner el quinto pilar.
El hombre es historia. Somos pretérito acumulado.
Por nuestros ojos pasaron cientos de cuadros de todas partes.
Pero nos dimos cuenta que en ambas orillas del Río de la Plata, sucedía algo muy particular.
De un lado De Simone, Figari, Barradas, Torres García, enfrente; entre nosotros, Victorica, Pettoruti, Tiglio, Diomede, Daneri, etc.
Esos autores que veíamos en obras originales o en un libro tenían algo muy particular: eran, y de hecho constituían nuestra propia tradición plástica. Y lejos de sumarnos a las corrientes contestatarias nos propusimos ser un eslabón más de esa nuestra tradición plástica.

Y entonces, pusimos en sexto y último pilar.

Y como un edificio, todos estos pilares, estas ideas fuerzas hicieron posible que desde ellas se construyera día a día, año tras año el Taller Sur.
Dicho todo esto queda en claro que este grupo humano, cuya actividad son las artes plásticas y convive alrededor del Taller Sur cree obstinadamente en la existencia de un lenguaje visual y en la necesidad de su conocimiento como presupuesto básico para alcanzar la comunicación de las expresiones personales.
Cree en la libertad que otorga el conocimiento.
Cree que la práctica del arte debe estar acompañada de una conducta.
Cree que existe una tradición plástica.
Cree que somos parte de Sudamérica y como tal debemos contribuir a elaborar una cultura.

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