Nota publicada online

viernes 3 de febrero, 2012
El MaMBA alcanzado por el blanco del arte
El MaMBA alcanzado por el blanco del arte

“Una tela pintada de blanco será oscura para el espectador que no la haya comprendido”, sostuvo el creador del suprematismo, Kasimir Malevich. Es una de las tantas reflexiones que vincula el blanco con el arte, la cual es rememorada en la muestra Provocación del Blanco, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba).

El atractivo título de la exposición genera una curiosidad que satisfacen las más de 40 obras pertenecientes al importante patrimonio de la institución. Se trata de un recorrido por diferentes propuestas de artistas argentinos de diversas generaciones, teniendo al blanco como hilo conductor.
“Los artistas, como exploradores, se aventuran a plasmar en el blanco sus vivencias y, a menudo, sus utopías realizadas o disueltas en el mismo blanco”, expresa en el texto crítico de la muestra la directora del Mamba, Laura Buccellato. Y agrega: “Como mudos y elocuentes espacios entre signos, los blancos generan formas recortadas, escritos y sombras reflejadas”.
Se exhibe una blanquísima instalación de pared de Analía Segal, realizada con azulejos de los cuales emergen formas que parecen orgánicas; el concretismo de Juan Melé en uno de sus relieves con esa sutil luminosidad amarilla, roja, azul, naranja, entre las formas geométricas blancas; la escultura en mármol blanco Madre Tierra, de Sesostris Vitullo, de la década del 40, del Monumento a Martín Fierro.
Cada trabajo se encuentra próximo a otro con el que entabla algún diálogo, ya sea por cercanía o distancia en cuanto al estilo, material, soporte o época. A la vez, la muestra invita al espectador a realizar sus propios cruces y entablar otros diálogos posibles.
El móvil de Julio Le Parc, de 1962, con su movimiento y efectos de luz, está cerca del relieve cinético Reflexión 47, de Luis Tomasello, de 1963, el cual presenta pequeños cubos blancos dispuestos geométricamente con sus también efectos luminosos. A su vez, esta última obra se ubica al lado de Cubo Blanco (Cerebro) de Eduardo Costa, de 1996/7, con toda su carga conceptual.
Hay obras en las cuales el trazo negro del dibujo y sus diferentes intensidades entabla un contrapunto con el blanco, como en el dibujo de Ernesto Ballesteros, de 2001, en los dibujos animados de Aili Chen, entre otros.
Encontramos, asimismo, una serie de aguafuertes y serigrafías de Liliana Porter, de la década del 70, que presentan un relieve dado por materiales como papel e hilo. La propuesta plástica juega con la realidad y la ilusión y desde una imagen por momentos muy poética como en Arruga y sombra derramada.
La exposición se completa con los trabajos de Roberto Aizenberg, Carlos Alonso, Leo Battistelli, Jacques Bedel, Martín Blaszko, Amleto Bocci, Bibi Caderaro, Nicola Constantino, Manuel Espinosa, Pablo Faludi, León Ferrari, Alberto Gallino, Tomás Gonda, Miguel Harte, Kenneth Kemble, Gyula Kosice, Guillermo Kuitca, Ricardo Laham, Marcello Mercado, Osvaldo Monzo, Marie Orensanz, Margarita Paksa y Aldo Paparella.

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