Nota publicada online

miércoles 20 de mayo, 2015
Cristina Schiavi, un llamado desesperado
“Estoy aquí”
por Marina Oybin
Cristina Schiavi, un llamado desesperado

La deslumbrante muestra de Cristina Schiavi nos interpela sobre la incomunicación en el arte y en nuestra sociedad.

Apenas uno entra en Estoy aquí, la muestra de Cristina Schiavi, en las salas 1 y 2, se topa con mujeres pétreas, geométricas, de madera pintada con colores hipnóticos. Son esculturas que integraron un proyecto artístico de Schiavi en el Patio Bullrich. Una de las piezas, provista de sensores, saluda cuando alguien se acerca. Pero, cuenta la artista, a los empleados del shopping no les gustó el asunto: protestaron y más tarde la escultura no tuvo sonido. Muda, perdió su sentido original.

Ahora, en el Centro Cultura Recoleta, esta señalética absurda, como la define la artista, tiene nuevo poder simbólico. Las esculturas conviven en sala con algunas piezas deMercado, una instalación en el Malba en la que Schiavi jugó con el término mercado: de frutos, de arte. Las mesas de colores fulgurantes y diseños geométricos de aquella instalación ahora se han convertido en bases de esculturas y obras apoyadas en las paredes. Las voluptuosas damas de madera quieren hablar, comunicarse. Pero no hay caso: les resulta imposible.

La muestra es un potente mix y reciclado de obras clave de esta artista que se dedica a la animación digital. “Siento que lo que hice acá es una animación: el montaje tiene un gran movimiento”, dice. Con economía de recursos, lo de Schiavi son las formas con colores inolvidables. Desató una geometría en armonía perfecta con la naturaleza: la pupila vibra. Los ventanales de las salas dan al bellísimo jardín puro amarillo luminoso de los árboles de pomelos. Esas damas y las pinturas, geométricas, pulcras, perfectas, de colores saturados, conviven con las formas orgánicas y los tonos más impensados de la naturaleza.

Estoy aquí es un llamado desesperado: nos interpela sobre la incomunicación en el arte, en nuestra sociedad. Solitaria, la mujer insiste, saluda a quienes se acercan. “Hola, Hola, ¿cómo estás?”, repite una y otra vez. No para. Continúa en tono fuerte. No hay respuesta. ¿Podría haberla? Hay en la obra de Schiavi una reflexión profunda sobre la palabra que violenta, hiere o destruye cualquier posible relación. Sobre el poder de la palabra que construye lazos o los obtura.

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