Jorge Miño y Amadeo Azar
Dos x tres
08/04/2015 - 05/06/2015
FUNDACIÓN FEDERICO KLEMM
Marcelo T. de Alvear 626
Jorge Miño y Amadeo Azar

Religiosa o no, una revelación es un acontecimiento que excede a sí mismo, señalando una verdad que lo precede. Aún antes de saberlo ellos mismos, las obras de Jorge Miño y Amadeo Azar avanzaban en sintonías paralelas. La experiencia artística que hoy nos presentan, en la que han trabajado como un auténtico dúo, es una desembocadura que ilumina y resignifica sus propios pasados. 
A nadie habrá escapado que ambos comparten el interés por los idiomas geométricos de las utopías constructivas que brillaron antes de la segunda guerra mundial. Pero se trata aún de un rasgo demasiado genérico, casi consustancial al arte posmoderno. Para captar algo de la singularidad de su espíritu es preciso aclarar lo que ellos no hacen. Miño y Azar no condescienden a la risa triste de la ironía. No trabajan con cadáveres de proyectos fracasados (“fracaso” puede decir aquel que espera de la utopía una respuesta útil) sino con un acervo de inquietudes formales e imaginarias aún inagotable.
Para remarcar sus coincidencias, pero sobre todo cómo un repertorio acotado y riguroso es capaz de combinatorias infinitas, los artistas dicen todo en blanco, negro y rojo. En una gran retícula donde las fotografías de Miño y las acuarelas de Azar se intercalan, vemos que los colores netos del diseño ruso se abren a la multiplicación de matices sutiles, creando un efecto casi atmosférico. 
Hace años, su pasión por las vanguardias geométricas los llevó a tensar los límites del plano: Azar comenzó sus piezas de papel plegado y Miño a multiplicar los efectos ópticos de sus distorsiones fotográficas. Aquí, por primera vez, integran sus lenguajes en una secuencia de piezas realizadas en conjunto.

 En un tercer y último paso, los artistas ponen en diálogo dos obras individuales de gran tamaño. Visto musicalmente, el dúo se presenta entonces al compás de tres partituras diferentes. En el primer mural, las dos voces al unísono se integran en una melodía continua. Como instrumentos afinados en una misma clave, la copia sobre papel de algodón acerca su registro al de la acuarela. Gradientes cromáticos y lumínicos modulan la textura de esta gran superficie como suaves diferenciales sonoros de timbres y alturas.
La secuencia de piezas en coautoría puede pensarse como una segunda partitura compuesta de breves arreglos contrapuntísticos a intervalos mayores. Fotografía y papel plegado se superponen como dos interpretaciones vocales en base a un mismo motivo musical. 
Por último, asistimos a la alternancia de dos cantos solistas de largo aliento. En tanto los papeles plegados de Azar componen una línea melódica en degradé continuo, la fotografía de Miño acude a los contrastes. Ambos pulsan la geometría hacia la incertidumbre de los reflejos y las reverberaciones lumínicas.
Dos artistas que jamás fueron a Rusia pueden volver a hacer del duro abecedario del constructivismo una experiencia estética de inesperadas resonancias.
Valeria González

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